18 de noviembre de 2019

299. El doble


No han sido pocos los casos que he tenido ante mi mesa del bar en los que refieren la existencia de un doble de sí mismos y temen sea una usurpación de identidad, una visión producto del estrés o la paranoia e incluso se atreven a cuestionar su propia existencia.

         Puede haber muchísimas explicaciones científicas a este hecho antes que llegar a una conclusión sobrenatural. Pienso, por ejemplo, en la genética y la posibilidad (entre millones de posibilidades) de tener a un doble físico en alguna otra parte del mundo, aunque siempre habrá un detalle al menos que distinga a cada uno y hablaríamos únicamente del parecido físico, que no de todo lo que conforma a una persona y que no está determinado por la genética.
         Pensemos, por ejemplo, en el caso de hermanos gemelos. Aunque iguales en casi todo su físico, siempre existen elementos que los distinguen, principalmente su personalidad, con rasgos que nos permiten distinguir a uno del otro, lo que no ha sido justificación suficiente para que la humanidad desarrolle teorías sobre la dualidad de los gemelos al dividirlos en “bueno” y “malo” (tantas historias se han desarrollado en la literatura en torno a esta visión).
         Recordemos el término “doppelgänger” empleado por los alemanes para referirse a este doble fantasmagórico que representaría la maldad de uno mismo, concepto que ha sido explorado en numerosos escritos para reflexionar en torno a la naturaleza humana (con frecuencia de forma maniquea, con esa división entre la esencia de “lo bueno” y “lo malo” de una misma persona, como 8El extraño caso del Dr. Jeckyl y Mr. Hide).
         Pero más allá de teorías de conspiración, metafísica y narrativa del terror, pienso en ese doble moderno como la imitación de otra persona: en su indumentaria, en su forma de hablar, en su comportamiento, en sus aspiraciones, en sus relaciones sociales, etcétera, tal vez con el propósito (me atrevería a asegurarlo) de usurpar una identidad.
         Me veré muy burda, pero me remitiré a una telenovela de no hace muchos años donde se refleja esta visión: “La usurpadora”. Cuenta la historia de dos hermanas gemelas, una con la personalidad malvada y otra todo lo contrario. Separadas al nacer, en algún punto coinciden, se encuentran y hacen un trato de cambiar papeles sin que las familias respectivas de cada una tengan sospecha. Lo demás ya es historia.
         Si yo tuviera un doble, una gemela desconocida, seguramente ya habría muerto. La mala del cuento soy yo.

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