21 de noviembre de 2019

311. La espuma


Viví lo que pude soportar,
ahogada en la locura de mi propio pensamiento,
con voluntad,
         con entereza,
con la promesa de aguantar un nuevo día.


Nací del barro
y, como el barro, me quebranto
         -herida-
por los golpes de la vida
         -austera,
         recluida en la ignorancia,
         prisionera del destino-.

Tuve fe mucho antes de creer:
         tenía el alba,
         la lluvia en mis sentidos,
         una noche bordada de esmeraldas.

¡Qué silencio me invadía en la contempla!

No busqué la belleza en otro rostro
ni en las formas creadas por el hombre;
me vi absorta en la silueta de los cerros,
recorriendo senderos milenarios
trotamundos,
cabalgante en un bosque de añoranzas.

Perseguí una estrella al horizonte
errabunta,
         navería,
                  trotagante,
con el mundo metido entre las cejas.

Yací plácida en el sueño de la espuma,
en un lecho cavado con mis manos,
         -la roca blanca,
         la dura sombra-
los ojos abiertos a la gracia.

Y aquí me hundo,
ahora,
         en el segundo,
absorta en la desnuda cama,
hoy que tejo el remate de la vida
suficiente para prolongar el alba.

Hoy no queda más camino.

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