20 de noviembre de 2019

309. El circo


Una sola vez en mi vida he acudido a un espectáculo circense y la experiencia me bastó. Rebeca había comprado boletos para una sola función un sábado por la tarde. Ahí conocí a los elefantes, los tigres, leones y caballos.

         Era todavía una niña cuando viví la experiencia. Nunca había visto más animales en mi vida que perros y gatos callejeros y algunas aves enjauladas que cantaban al amanecer en las casas vecinas. Por eso me maravillé de ver semejantes animales exóticos haciendo acrobacias y malabares con senda corpulencia y habilidad.
         Esa tarde había muchas familias emocionadas por la función. Para muchos, era la primera vez que acudíamos a un circo, una gran carpa de colores con una sola pista llena de luces de colores y efigies de payasos por doquier, payasos que nos recibían en la entrada con globos multicolores y algunas risas que, aunque pretendían contagiar la alegría, a varios nos provocaron temor.
         Una pequeña banda de músicos amenizaba el espectáculo desde un rincón y uno tras otro salían cada vez más payasos para despertar un par de risas con números simplones, aunque graciosos en el fondo. Brincaban, corrían, se escondían, exageraban sus movimientos, se caían, daban vueltas y vueltas, regalaban figuras animalescas hechas con globos y hacían bromas entre el público, que no dejaba de aplaudir.
         Entonces le vimos, un gran elefante que recorrió la pista con una pluma montada en la frente, haciendo acrobacias con pelotas, parándose en sus patas traseras y luego sobre una sola, con su característico barrito que nos estremeció para luego darnos un baño de agua con su larga trompa y dar paso al espectáculo de tigres y leones y las acrobacias de una hábil mujer vestida de bailarina y montada sobre un par de caballos.
         Todo hubiera sido diversión de no ser porque los ojos de los animales eran tristes, muy tristes, incluso el elefante parecía sufrir más que disfrutar del espectáculo. Años más tarde esos ojos me hicieron pensar en el circo romano y el espectáculo de sangre para divertimento de otras personas.
         Hoy los circos de la mayor parte del mundo han optado por ofrecer espectáculos realizados por hombres y mujeres que efectúan diversas acrobacias para probar la flexibilidad y las habilidades del ser humano.
         La vida ya es suficiente circo para buscar la experiencia en otras vidas.

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