15 de noviembre de 2019

285. La inundación


Esta mañana las noticias me despertaron con imágenes de Venecia invadida por el agua, no como solemos imaginarla, con sus galeras entre canales que cruzan la ciudad y una gran Plaza de San Marcos invadida por palomas. No, esta vez el agua superó sus límites y penetró en todos los rincones.

         Dicen que hace casi setenta años no se presentaba una inundación de tales dimensiones en Venecia. Han declarado estado de emergencia. La gente aparece en múltiples imágenes cargando sus posesiones, desde mascotas, ropa, documentos, hasta bolsas de grandes boutiques conteniendo artículos de lujo (curiosa la imagen de una joven sosteniendo una enorme bolsa de papel de la marca “Louis Vuitton” y en otra mano un par de botas de la misma marca).
         Hogares, restaurantes, oficinas, iglesias, hasta edificios gubernamentales, todo ha sido invadido por el agua. Incluso refiere una nota que los miembros del Parlamento tuvieron que abandonar el edificio sede luego de concluir su votación en contra de emprender medidas contra el cambio climático debido a que el inmueble también fue invadido por el agua y no había condiciones para continuar con la sesión.
         No es el primer lugar del mundo que pasa por una circunstancia así. Incluso es menos grave que los tsunamis que han vivido especialmente quienes habitan en Oriente, sobre todo en Japón e Indonesia, fenómenos que han cobrado miles de vidas y han dejado un desastre a su paso. Difícil aún predecir con tiempo este tipo de fenómenos, cada vez más graves y en mayores magnitudes y muchos creemos que se debe principalmente a los efectos del cambio climático.
         ¿Por qué reflexiono sobre este tema? La naturaleza también puede ser una analogía del paisaje interior. Aquí, debajo de los nervios que me cubren, la oquedad ha sido invadida por una inundación. Son demasiadas emociones que llegan como tsunami y penetran todo. Me ahogo, sí, pero no he encontrado la forma de dejar salir tanto y tantas cosas.
         Si el agua se estanca, temería lo peor, todo aquello que me turba por las noches y cuyas consecuencias apenas llego a imaginar.

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