16 de noviembre de 2019

288. La vitrina


Siempre me ha parecido que los objetos tienen una belleza innata en su esencia, algo de lo que no se pueden desprender a menos que les retiremos o cambiemos su esencia. Curiosamente los objetos (cualquiera que sean) conservan esa belleza innata mientras no intervenga un agente externo, incluso cuando se trata de objetos elaborados por la humanidad.

         Recuerdo que Rebeca, además de ser acumuladora, mantenía cierto orden entre su propio caos de acumulación de objetos. ¿Cómo lo hacía? Con el tiempo logré entender un poco su lógica de pensamiento. Apostados en diversos rincones de la casa, Rebeca tenía diversas vitrinas donde colocaba diversos objetos que para ella eran como “lo más de lo más”.
         Me puse a pensar que, en general, una vitrina es un mueble con vistas hacia todos lados para ver su contenido en diferente perspectivas, pero es un mueble cuyo contenido solo es para ser conservado y contemplado porque tiene o representa un valor para su poseedor.
         En sus diversas vitrinas, Rebeca conservaba objetos como figurillas de cerámica (no de cualquier tipo, sino de la casa Lladró, una fábrica española de cerámicas finas elaboradas a mano, de forma tradicional y muy cotizadas en el mercado internacional)., piezas de plata, relojes de diferentes orígenes, manteletas tejidas o al estilo Richelieu, tan solo por mencionar algunos ejemplos.
         Recuerdo que cada fin de semana, en sus labores domésticas, Rebeca dedicaba buena parte del día a limpiar cada pieza contenida en esas vitrinas de madera fina con vidrios panorámicos en todos sus ángulos para admirar el contenido del mueble. Y lo hacía con productos especiales, incluso algunas figurillas muy elaboradas o con detalles diminutos eran limpiadas con pinceles de cerdas de marmota o conejo para conservar la belleza de su fragilidad.
         Con el tiempo mantuve esta idea, pasando por galerías, boutiques y tiendas departamentales que exhibían mercancía y artículos exclusivos o llamados “de lujo” en vitrinas demasiado llamativas y que incluso daban la idea de que se trataba de tesoros conservados en un museo.
         A veces la humanidad trata de la misma manera a sus iguales. Hay quienes quieren conservar a las personas en una vitrina, sin intervención de algún otro agente externo, solo para ser contempladas por sí mismas, conservadas con celo, apropiándose de las personas y su historia. Hace muchísimos años fui colocada en una vitrina, hasta que me rompí (por voluntad, por negarme a ser objeto de contemplación para alguien más). Ese día supe lo que era la libertad.

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