17 de noviembre de 2019

295. El holograma


Si algo nos ha dejado la ciencia ficción es la posibilidad de una realidad virtual que aparenta, pero no es ni existe. Al menos ese fue mi pensamiento la primera vez que vi el filme “Blade Runner”, con sus grandes espectaculares luminosos que salían de sus dos dimensiones y se proyectaban en una tercera dimensión.

         El mismo efecto lo hemos podido ver en otros filmes similares, como “Blade Runner: 2040”, “Prometeus”, “Alien: Covenant” “Dune”, “Ghost in the Shell”, la saga de “Star Wars”, “Back to the Future” (en sus tres filmes principales), “Star Treck” y otros cientos de ejemplos del séptimo arte que también han llegado a la pantalla chica, a la literatura del mismo género y últimamente a nuestro entorno cotidiano.
         Hará cosa de unos meses llegó a esta ciudad un espectáculo holográfico de la gran diva de la ópera María Callas (nunca fui muy afecta a sus interpretaciones, pero ha sido reconocida mundialmente y a través de la historia del último siglo). Al mismo tiempo, supe de la noticia de una serie de conciertos que ofrecería la mezzosoprano Jessye Norman en Europa (a diferencia de Callas, Norman es un deleite para mis oídos).
         La gente se volcó sobre las taquillas para adquirir un boleto de entrada al concierto holográfico de María Callas (si mal no recuerdo, era la misma empresa que proyectó un holograma de Michael Jackson en un espectáculo de medio tiempo de la NFL hará cosa de unos años) porque estaban a la expectativa de experimentar algo cercano a un concierto de María Callas de carne y hueso, a pesar de ser una ficción.
         Ignoro qué clase de tecnología fue empleada en la proyección, pero el sentimiento generalizado de los espectadores fue el mismo: un deleite. Lo que pocos consideraron fue que se trataba solo de un espectro de ilusión que combinaba imagen con sonido y las melodías interpretadas se trataban de grabaciones realizadas por la soprano cuando estuvo en vida (lo que implicaba arreglos digitales para mejorar la calidad del sonido, de la voz y de la música que acompañaba la melodía).
         No asistí. Vi los diferentes videos que circularon en las redes sociales y me seguía pareciendo un espectro de ilusión que aparentaba una realidad. En cambio puse en mi consola uno de los discos de Jessye Norman, me senté en la mecedora y cerré los ojos mientras escuchaba esa voz tan potente para recordar aquella vez que le vi en vivo en el Palacio de Bellas Artes, hará cosa de unos años.
         Recientemente trascendió la noticia de su fallecimiento, la diva de la gran cicatriz dramática que cruzaba su rostro. Espero nunca intenten usurpar su talento con un holograma.

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