Desde hace varios años tengo mi domicilio junto a una vieja ferretería atendida por la misma familia al menos desde hace dos décadas. Cuando se acerca el fin de año cierran sus puertas durante una semana, con un gran letrero en la puerta principal: “cerrado por inventario”.
Ignoro qué ocurre tras esa puerta, aunque según me han contado, la familia se reúne para contar los objetos en existencia, hacer cálculos sobre las ventas de todo un año y elaborar un nuevo listado para surtir las piezas faltantes o que están a punto de agotarse.
La vida, imagino, también debe tener sus momentos de inventario. Supongo que muchas personas, cuando se acerca el último mes del año, hacen una pausa en ese trayecto anual para hacer un recuento de las cosas realizadas y las que quedaron sin concluir e incluso aquellas que nunca llegaron a gestarse, a pesar de haber sido planteadas como un proyecto para ese lapso.
Diciembre causa nostalgia por muchas razones, principalmente al recordar a las personas que ya no están, aunque una buena parte corresponde al sentimiento que surge cuando hacemos este recuento de logros y fracasos en un año, las metas que no alcanzamos y otras que (quizá) llegamos a superar.
Una personalidad optimista se centrará en aquellos avances que obtuvo durante un año en cualquier cosa que se haya propuesto, con la idea de superar esos avances para el año venidero. En cambio, una personalidad pesimista se enfocará en todo aquello que no pudo lograr y tal vez se lamente y se deprima por esa incapacidad para tener un logro, por mínimo e insignificante que este sea.
Yo soy realista. Me impuse una meta que parecía sencilla, pero con el tiempo se volvió una carga que a ratos me impedía avanzar y terminaba por dejarla abandonada para retomarla al cabo del tiempo. Mi meta: escribir una cuartilla diaria. Se trataba de pensar en pasos pequeños, de corto plazo, que fueran realizables y no imposibles.
¿He cumplido? Llevo un retraso de dos semanas, pero aún quedan dos semanas al año y tal vez con dedicación y un poco de optimismo pueda completar esa meta simple que me he impuesto. ¿Cuál es la finalidad? Demostrar que las pequeñas cosas del día a día también dan significado y peso a nuestra propia vida y existencia.
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