Es veinticinco de diciembre. Aquí, en estas latitudes, la tradición judeocristiana se ha tergiversado a tal grado que ya es una fusión de varias culturas que se manifiestan de forma simultánea.
En esta fecha se celebra el nacimiento de Jesús, el Mesías de la tradición judeocristiana, pero también es el nacimiento de Horus, Dionisos, Krishna, Atis, Mitra, Marduc, Tamus, Adonis, Zalmoxis, Serapis y Huitzilopochtli, entidades tan importantes para otras culturas alrededor del mundo y a través del tiempo que se han superpuesto una tras otra hasta perder su sentido original.
A partir de hoy comienza un ciclo de siete días de preparación para una nueva etapa de trescientos sesenta y cinco días (de acuerdo con la mayoría de las mediciones calendarizadas sobre el lapso que dura un año o ciclo). Un tiempo de perdón, de redención, de purificación, de reflexión y meditación sobre los pasos que se planea dar en el próximo ciclo.
En algunas regiones del mundo este día comienza acudiendo al templo para celebrar la ceremonia de la misa (a veces con carácter de solemne) como una especie de preparación para el inicio de todo ese ciclo de siete días. En otras regiones es una fecha para visitar a los familiares, entregar obsequios y compartir los alimentos (desayuno, comida o cena, en la mayoría de los casos no importa).
En la mayoría de los países de Occidente la mañana del veinticinco de diciembre transcurre abriendo regalos junto a un árbol de Navidad o Nacimiento (según el lugar) para mantener viva una tradición en torno a Santa Claus o el Niño Dios, y la gente es feliz viendo a los menores de la familia abrir sus regalos traídos por alguna de esas dos entidades.
Mis navidades transcurren como cualquier otro día (casi como mis nochebuenas desde que Rebeca partió). No doy obsequios ni los recibo. Sigo siendo feliz o infeliz, dichosa o desdichada, pero soy la misma que toma su café a las cinco de la mañana y aprovecha el silencio a esas horas para reflexionar sobre el Todo y la Nada al mismo tiempo.
No aguardo la esperanza de que esta fecha cambie en los años subsecuentes. Ya he vivido demasiado, quizá más de lo que he podido soportar. A veces siento que vivo ajena de estos sistemas de creencias que reafirman el valor de una vida.
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