Cuando escucho la palabra
“pesebre” mi mente viaja a un libro sagrado para la tradición judeocristiana,
diciembre y numerosas representaciones del “nacimiento” del Mesías. Pero nunca
me había puesto a reflexionar sobre el simbolismo del pesebre y las condiciones
en las que ocurrió el nacimiento de Jesús.
Dice
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española que pesebre es el
“lugar destinado a la comida de las bestias”. La tradición judeocristiana nos
lo pinta como un espacio humilde, el más pobre de los lugares donde pudo haber
venido al mundo el Mesías, como una muestra de que el Salvador no venía con
riquezas, sino que su riqueza no es de este mundo.
Simbólico
es que viniera al mundo en ese “lugar destinado a la comida de las bestias”,
pues años más tarde se sacrificó por los hombres para el perdón de los pecados
e incluso los rituales de la tradición judeocristiana involucran lo que llaman
“el cuerpo y la sangre de Cristo”.
Desde
el nacimiento, Jesús había sido condenado a ser el alimento de las bestias: la
humanidad que lo juzgó con la ley de los mortales y transmutó en el cuerpo y la
sangre como alimentos que se consagran en los rituales de la misa para el perdón
de los pecados.
También
me resulta curiosa la forma en que la tradición judeocristiana hace las
representaciones de este nacimiento: un pesebre donde se coloca a la Sagrada
Familia (José, María y el Niño Jesús), coronados por un ángel y acompañados por
dos bestias: la mula y el buey.
Ambos
animales también son simbólicos en esta representación del nacimiento: Jesús
vino al mundo en un pesebre (“lugar destinado a la comida de las bestias”) y se
le representa acompañado de una mula y un buey en alusión a los pueblos de
oriente y occidente.
Así
tendríamos que el nacimiento de Jesús, bajo estas circunstancias, sería el
alimento para las bestias que representan a los pueblos de oriente y occidente.
¿Se imaginan que alguien lo dijera en voz alta sin ofrecer el contexto? Porque
si de algo peca la modernidad es de abusar de los fundamentalismos (aunque
cualquier fundamentalismo es nocivo).
Por
eso a veces dibujo una sonrisa pícara cuando llego a ver representaciones de
nacimientos, donde sustituyen a las figuras tradicionales por otras más
contemporáneas, porque están quitando la carga simbólica y la trasladan a otro
contexto diferente al nacimiento como “venir al mundo en el lugar destinado a
la comida de las bestias”.
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