Es muy curiosa la naturaleza
humana. Atribuye propiedades a los objetos, como si estos tuvieran una
conciencia o voluntad o energía o lo que se quiera más allá de los atributos
propios (físicos, químicos, conocidos por la ciencia) de esos objetos.
Los
amuletos son representaciones simbólicas de una experiencia de fe. Los hay por
todo el mundo, en millones de presentaciones. Los ha habido durante toda la
historia, en todas las religiones o sin ellas, en múltiples materiales, de
manufactura o arrancados de la propia naturaleza.
A
menudo me ha llamado la atención cómo es que existen personas que con mucho
fervor llegan al grado de besar estampas (imágenes) de santos, atribuyéndoles
propiedades casi mágicas, sin fijarse en la etiqueta “made in” tal lado, como
producción en serie por millones, todas idénticas porque esa es la constante en
este mundo globalizado con un mercado de terror. ¿Su estampa es única y
especial? No, pero le dan ese atributo.
Lo
mismo ocurre con otro tipo de amuletos fabricados en serie, desde figuras de
santos, ángeles, dioses o lo que sea elaboradas en resina o plástico en moldes
ya preparados, carteles, postales, rosarios, cadenas, medallas, relieves,
bajorrelieves, siluetas, símbolos, letras, figuras geométricas, en fin.
Numerosas representaciones a las que dan atributos que no poseen.
Todavía
pueden tener otro tipo de valor aquellas representaciones hechas a mano, como
artesanías, esculturas, pinturas y otras representaciones que son únicas porque
son elaboradas una a una y no como producción en serie.
Aquí
también se incluyen amuletos elaborados con piezas tomadas de la naturaleza
(por muy salvajes que puedan ser los métodos), ya sea dientes, huesos, patas de
animales, pieles, semillas, pequeños sacos con hierbas, piedras talladas,
cuarzos y otras piedras e incluso meteoritos, solo por mencionar algunos
ejemplos.
Hay
quienes todavía le imprimen ingenio a la elaboración de amuletos y los reúnen
en pequeñas dimensiones, unidos por numerosos listones entretejidos o con algunos
nudos tipo macramé, en una amplia gama de colores, para hacerlos más vistosos.
Amuletos de este tipo es frecuente verlos en el pomo de las puertas de algunas
casas o colgados de diversas imágenes religiosas.
¿Que
si yo tengo amuletos? No. Prefiero usar los encantos de las brujas, tomar
elementos de la naturaleza que modifiquen mi entorno: la quema de canela y
manzana para aromatizar y relajar, el uso de hierbas en la medicina
tradicional, aprovechar los residuos orgánicos que quedan de la cocina para una
nueva fuente de creación a través de la composta, sachets aromáticos que de
pronto escondo en los rincones de la casa o entre la ropa, el poder de las
flores para despertar una sonrisa en este rostro que despierta cada mañana
detestando la vida y la existencia a las que está sujeto.
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