No sé quién inventaría los
rompecabezas y por qué le denominarían así, pero es una buena metáfora de la
vida que se manifiesta en partes y solo al final de la existencia entendemos el
motivo que integran las piezas acumuladas, aunque siempre existe la posibilidad
de que falten piezas.
Pienso
en el periodo Clásico de la antigüedad, cuando surgieron los primeros mosaicos
con pedazos de cantera de diferentes tonalidades, aunque bajo una misma gama de
tierras y ocres, piezas que siglos más tarde tendrían un vistoso colorido al
añadirles pigmentos.
Se
trataba de un trabajo artesanal, artístico por sobre todas las cosas, donde se
involucraba la creatividad, el ingenio y la técnica para componer bellas piezas
a partir de fragmentos colocados poco a poco.
Y
aunque la imagen que usualmente tenemos de un rompecabezas es un escenario
dividido en fragmentos de cartón o madera para componer una especie de mosaico,
existen otro tipo de rompecabezas más complejos, como los elaborados en Oriente
y que involucran la solución de problemas a partir de la lógica y la matemática.
Este
último tipo de rompecabezas se trata de elaboradas figuras, por lo regular de
madera, donde se combinan cuerdas o metales dispuestos en un nudo y que a
partir de una secuencia lógica y matemática deben separarse o generar una nueva
figura.
Siempre
he considerado al rompecabezas como el regalo ideal para la infancia,
independientemente del sexo del menor, porque se trata de un juego para
desarrollar habilidades y destrezas que les preparan para un pensamiento lógico
y matemático en la solución de problemas, incluso de la vida cotidiana.
Recuerdo
que mi primer rompecabezas fue en mi primera infancia. Tendría seis o siete
años. Se trataba de una pintura de un sembradío de sandías, escenario dividido
en más de dos mil piezas con tonos y siluetas muy semejantes, por lo que fue
una proeza terminar de armar el rompecabezas en al menos seis meses.
Y
sin embargo pasados los seis meses nunca pude encontrar una pieza ubicada cerca
de la esquina inferior izquierda. El rompecabezas siempre estuvo incompleto y
ahora viene a mi mente como una metáfora de la vida. Han pasado los años, las
décadas, casi un siglo, y en todo este tiempo he tenido la sensación de que a
mi vida le falta una pieza que no he podido encontrar.
Cuando
suceda lo que ha de suceder quizá tenga mi epifanía sobre ese rompecabezas que
es mi vida, o quizá no. También es probable que cruce el umbral sin conocer
finalmente la pieza que hacía falta a mi vida.
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