Nadie deja su hogar por gusto.
Debió existir un elemento que lo motivó, un factor clave que representaba una
amenaza. Reducir la migración a la búsqueda de oportunidades es dejar de lado
tantos elementos que componen este fenómeno, que se ha agudizado en las últimas
décadas, cada vez más motivado por las desigualdades y los enfrentamientos
bélicos.
El
mundo está en guerra., solo un tonto afirmaría lo contrario, pero no siempre ha
sido así, por eso no podríamos resumir la migración como una consecuencia de la
guerra. Solo es un signo distintivo de los tiempos que vivimos, aunque este
fenómeno surgió con los primeros grupos nómadas que poblaban la Tierra.
Así
fue como se pobló América antes de ser América. Grupos nómadas provenientes de
Oriente que cruzaron el Estrecho de Bering y desde el norte se distribuyeron
hacia el sur. Al menos esa es la teoría mayormente aceptada por la
Antropología, una ciencia que en reiteradas ocasiones ha dicho que la humanidad
surgió en África y de ahí se dispersó a través de los continentes.
La
migración coadyuvó a la fundación de los pueblos y el mayor ejemplo lo tenemos
con Roma y el mito sobre su origen, la gran Loba que amamantó a Rómulo y Remo,
aunque también había pueblos enteros dedicados a la migración debido a su actividad.
Hablamos de las grandes caravanas de comerciantes que iban y venían entre
Oriente y Occidente cargando mercancías exóticas de todos los pueblos por los
cuales cruzaban.
Otro
gran pueblo con tradición migrante ha quedado plasmado en el texto sagrado de
la tradición judeocristiana. Las guerras motivadas por una religión han sido
uno de los factores más violentos que han derivado en la migración de los
pueblos. Hoy esas guerras continúan y con dolor vemos las imágenes de una
Palestina reducida a escombros, con un pueblo diseminado por el mundo huyendo
del terror de la guerra.
En
América y en Europa se vive el fenómeno migratorio de manera distinta, aunque
con factores similares. Las desigualdades tan acentuadas a las que se enfrentan
los pueblos del hemisferio sur han motivado desde hace muchas décadas la
migración de gente hacia los pueblos del hemisferio norte, movidos por esa idea
de prosperidad económica que no gozarán en sus lugares de origen.
Pero
la xenofobia ha intensificado las muestras de odio hacia esos pueblos que dejan
su hogar en busca de otros horizontes. Es un odio que genera violencia y
muerte, que margina, que viola derechos humanos y por mucho que se hable en las
noticias sobre estas injusticias, los gobiernos piensan en el factor económico
más que en los derechos humanos. La migración es moneda de cambio.
Yo
misma he sido migrante. Hoy vivo en el exilio. Añoro mi tierra, pero esa tierra
ya no existe. ¿Cómo añorar lo que ha dejado de existir?
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