21 de junio de 2019

169. El verano


Es el día más largo del año, según las mediciones de la ciencia. El solsticio de verano. Es el inicio de una nueva estación que sucede a la primavera. Lluvias, abundante vegetación, flora y fauna en su apogeo, los cuerpos danzando al calor del sol que se abalanza sobre las pieles al descubierto.

         Hace muchos años, cuando escuchaba la palabra “verano”, imaginaba a varias mujeres en traje de baño, algunas en bikinis de colores, con grandes pamelas para proteger su rostro de los rayos del sol y unas gafas oscuras enormes para cuidar su vista de tanta luminosidad.
         Pensaba en una playa frecuentada por bañistas de todas las edades, algunos recostados en camastros sobre la arena, otros más tomando un bronceado a ras del suelo apenas recostados sobre una toalla de enormes proporciones, unos más sentados a lo lejos bajo unas enormes sombrillas de colores mirando a otros bañistas disfrutar de la frescura del mar y de las olas que suavemente acariciaban la orilla de la playa.
         En algún punto se encontraban pequeños grupos de niños recogiendo conchas o construyendo castillos en la arena húmeda. Algunos jugaban a cubrirse las piernas con la arena de la playa y formar diversas figuras, aunque se decantaban por las colas de pescado simulando ser sirenas o tritones.
         Eso imaginaba al escuchar la palabra “verano”, una imagen que después pasó a convertirse en grandes parques con lagos naturales o artificiales, mucha vegetación, botes que llevaban y traían a numerosas familias que disfrutaban del calor y el buen tiempo para realizar actividades al aire libre, como pescar, un “día de campo” con viandas y rico vino blanco para refrescarse, juegos de pelota y caminatas descalzos sobre la hierba húmeda.
         Tal vez en algún tiempo llegué a disfrutar del verano. No en la playa, tampoco en los grandes parques que alguna vez llegué a visitar. Mis veranos favoritos consistían en montar una hamaca en el frontón de la casa, leer algunas páginas de poesía (¡cómo extraño los poemas de Wislawa Szymborska!), escuchar la lluvia que caía musicalmente sobre los jardines, mirar las nubes que se formaban en el cielo y admirarme de los bellos tonos que ofrecían los atardeceres.
         Soy de placeres sencillos. Hoy tal vez no reposo en una hamaca, pero me gusta pasar los días del verano en una mecedora en la puerta de la casa, leyendo, tejiendo, viendo a la gente pasar, admirándome de los pequeños actos que acontecen en la cotidianidad, que florecen y marchitan sin apenas llamar la atención.
         Pero detesto el calor del verano, las noches sudando a mares sin poder conciliar el sueño, la abundancia de insectos cuyo aleteo me impide cerrar los ojos pensando dónde se habrán metido y cuándo me dejarán dormir. Por eso amo el otoño, mi estación preferida. Es la época en la que uno se deja secar y en algunos casos decide terminar el contrato con la vida. Suicidas.

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