15 de junio de 2019

162. La decadencia


Hay quienes piensan que en la ruta del progreso y desarrollo se encuentra el bienestar. Yo soy más de la idea de que los tiempos modernos, bajo esa visión, se han tornado decadentes y cada vez más deshumanizados.

         Vivimos en una cultura que clasifica a partir de la capacidad de consumo y lo que reditúa a las grandes empresas, incluso los aparentes actos de altruismo, y son acciones legitimadas por las leyes de los países llamados “desarrollados”, “en desarrollo” o “subdesarrollados”.
         La prosperidad económica de una nación no necesariamente se traduce en un bienestar para todos. Ya hemos visto ejemplos, como Brasil, que llegó a convertirse en una de las principales potencias económicas en el mundo y, sin embargo, durante ese periodo se acentuó la brecha de desigualdad entre su población.
         Luego vemos a los grandes corporativos que crean fundaciones o asociaciones para trabajar de manera altruista, aunque solo en apariencia, pues se trata de fortalecer una imagen positiva de una empresa que, por otra parte, genera muchos daños a la población y refuerza las brechas de desigualdad.
         La decadencia, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, implica “ir a menos, perder alguna parte de las condiciones o propiedades que constituían su fuerza, bondad, importancia o valor”.
         Algo ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial que varias naciones llegaron a unirse en torno a un objetivo común de beneficio para la humanidad. Ese algo parece que se perdió en el periodo de post-guerra, una época en la que se reforzó un sistema económico que acentuó las brechas de desigualdad conforme se avanzaba hacia la llamada “prosperidad económica”.
         Los tiempos actuales, insisto, son decadentes. Se ha perdido empatía y, sin embargo, el gran mal de este siglo es la depresión, una enfermedad mental que contrasta con las nuevas ideas sobre la felicidad, dependientes de una prosperidad económica que deja de lado el bienestar mental y emocional.
         Son tiempos en los que se han extendido el odio y la violencia, una época de fundamentalismos que dividen a la humanidad. Se realizan marchas y manifestaciones alrededor del mundo para mostrar el rechazo a ese odio y esa violencia generalizadas y que tanto han lastimado a las sociedades, pero no tienen eco, nadie escucha las demandas, los reclamos no tienen respuesta.
         ¿Qué le espera a este mundo en decadencia? Llegar a un grado de deshumanización donde los derechos humanos se conviertan en letra muerta. Porque el poder económico parece tener mayor importancia que cualquier derecho humano.
         Ojalá me equivoque.

No hay comentarios:

Publicar un comentario