Si seguimos la teoría de la
evolución de Charles Darwin, en algún punto la sangre de los reptiles que
poblaron la tierra cambió su estructura y funcionamiento para dar paso a los
mamíferos de sangre caliente y, generaciones más tarde, los primeros hombres
con código genético diferente al resto de animales que poblaron la Tierra.
Todo
está en la sangre, un elemento de la vida que para la humanidad ha cobrado
numerosos simbolismos que se distinguen según el contexto. Y aunque la sangre
al parecer no se menciona en el Génesis de los textos sagrados en la tradición
judeocristiana, sí es recurrente la referencia a la sangre de cordero, así como
el cuerpo y la sangre de Cristo y algunas interpretaciones en torno al Santo
Grial como la “sangre real” que proviene de la supuesta descendencia de Cristo.
Usada
en numerosos rituales (considerados paganos por la tradición judeocristiana,
que también empleaba la sangre en sus rituales), recordamos la sangre como
parte del folclor Occidental en el Cantar de los Nibelungos y ese baño de
sangre que no alcanzó a cubrir un cuerpo completo por culpa de una hoja, punto
débil que marcó toda una epopeya.
La
sangre también ha sido parte del mundo creado en torno al vampirismo y la
figura de Vlad Tepes, más conocido como Conde Drácula gracias a la historia
escrita por Bram Stoker en el siglo XIX, aunque no olvidemos que ya existía una
figura similar con Erzsébet Báthory, mejor conocida como “La Condesa
Sangrienta” y en nuestros tiempos se ha “modernizado” la figura del vampiro
debido a las “Crónicas” de Anne Rice.
Hoy
sabemos que la sangre es vida gracias a los avances en la medicina y su
preservación contribuye a conservar la vida propia y la de otras personas, pues
incluso existe un Día Internacional del Donador de Sangre, como un acto
altruista que permitiría a la Medicina seguir salvando vidas al tener a
disposición un banco con depósitos de los diferentes tipos de sangre que hoy
sabemos que existen.
Caso
contrario, hay quienes hemos sentido cierta fascinación por ver correr nuestra
propia sangre a través del cuerpo. Cualquier instrumento que tenga filo es útil
en este propósito de herirse una misma en alguna parte del cuerpo (consecuencia
de algún trastorno mental, como ha descrito la psiquiatría, ignorantes de que
una enfrenta sus propios demonios internos) y ver correr la sangre como gotas
de rubíes que queman a su paso.
La
sangre es vida, me dijeron. La sangre: ese púrpura que mes con mes me volvió
una extraña en el espejo.
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