22 de octubre de 2019

233. El cometa


A diferencia de la estrella fugaz, o la simple estrella que se cuelga de la noche, un cometa ha estado envuelto en presagios negativos desde el inicio de los tiempos. Marcó la extinción de cierto periodo de vida sobre el planeta Tierra y ha representado una amenaza latente para las etapas posteriores.

         Desde la antigüedad ya había culturas que desarrollaron sus conocimientos de astronomía basados en la simple observación y lograron calcular la trayectoria de diversos cometas durante milenios, siempre con esa carga negativa de presagios que se han mantenido incluso en pleno siglo XXI, un periodo de la historia marcado por la ciencia y la tecnología.
         Muchos son los filmes que se han realizado en el último siglo en torno a la aparente amenaza que representan los cometas (uno de los más famosos, a mi parecer, fue “Armagedon”, como referencia directa al fin de los tiempos que se anuncia en la Biblia judeocristiana).
         Me reconozco ignorante de estos temas en muchos sentidos. He vivido en un mundo occidental por tanto tiempo que ya me cuesta ver mis propios prejuicios, aunque me atrevería a afirmar que este simbolismo del cometa como presagio de infortunios, desgracias y catástrofes es una constante en varias culturas.
         Al menos en el arte hemos tenido varias muestras de cometas durante hechos importantes de la historia (o más bien, de la tradición judeocristiana), en ocasiones representando algo más que rocas flameantes que surcan el cielo, como si fueran una especie de vehículos tripulados por alguien o algo y que presenciaran justamente los hechos retratados en esas pinturas.
         Un cometa, para mí, es una estrella muerta que trascendió su voluntad y cruza el Universo en un arranque de voluntad hasta que un impacto fulmina su existencia. Es una estrella suicida que se dejó caer y arrastrar en su caos todo aquello que le afectó.
         M identifico, aunque ignoro si mi voluntad será suficiente para representar una amenaza a la existencia de los otros en mi arranque de caos. Tal vez no es necesario llegar a ese punto. En vida he sido una estrella suicida que en su caos aniquila existencias ajenas. Tal vez la muerte sea ese impacto final que termine con mi existencia.
         Mientras tanto, los cometas seguiremos siendo una amenaza para “los otros”, con ese presagio latente de que algo malo está por ocurrir. Quizá por eso el marcado círculo de lejanía que he generado a mi paso. Odio la existencia.

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