Hace unos años (bastante ya) leí
por primera vez a una poeta colombiana-chicana de nombre Tatiana de la Tierra
(al menos su seudónimo, porque su nombre de nacimiento era Tatiana Barona
Restrepo, hoy en paz descanse). Conocí su obra, primero, a través del poema
“Píntame una mujer peligrosa” y desde entonces me enamoré de su escritura.
Años
más tarde conocería su segundo poemario-prosa: “Para las duras: una
fenomenología lésbica” y en cada poema-prosa descubrí otras formas de “ser”,
aunque uno de sus escritos me quitó la venda de los ojos sobre las diferentes
posibilidades en torno a la identidad, la sexualidad y la existencia humanas.
Pensando
en tipologías, como aprendí de la semiótica, este poema nos ofrecía un panorama
donde existirían dos categorías principales: “mujer” y “lesbiana”, con sus
opuestos/complementarios “no-mujer” y “no-lesbiana”. De aquí se derivarían
múltiples combinaciones, a cual más de complejas, como “hay mujeres que
nacieron no-mujeres y se hicieron mujeres y son lesbianas”.
Pero
en toda esta simbología derivada de las tipologías no figuraba el hombre. Había
mujeres o no-mujeres, y podíamos entender estos escenarios a partir de la
transexualidad, aunque en el fondo se resumía a las relaciones entre el “ser
mujer / ser no-mujer” y “ser lesbiana / ser no-lesbiana”.
La
misma ecuación podría aplicarse a la categoría tipológica del “no-hombre”. Por
un lado, tendríamos el “ser hombre” y en su opuesto/complementario el “ser
no-hombre”, con su categoría respectiva en torno al “ser gay” / “ser no-gay”.
En
el mundo moderno ha sido tan complejo asimilar que existen identidades fuera
del binarismo “hombre-mujer”, porque muchos (la mayoría, lamentablemente) dan
por sentado que únicamente existe ese binarismo, sin pensar que hay identidades
que escapan a esa concepción, identidades trasgresoras que ponen en tela de
juicio los postulados que construyen las sociedades.
El
no-hombre, aunque en rezago, continúa como una nueva identidad que cada vez se
define más y amplía el espectro que conocemos sobre la diversidad. Incluso en
la pornografía existen categorías específicas para el no-hombre y sus
diferentes combinaciones con la sexualidad de “los otros” o de sí mismo.
Pero
este espectro aún escapa del entendimiento de la mayoría. También en la
identidad como personas, jamás habrá certeza sobre lo que ocurre con “el otro”.
Nunca se experimenta en cabeza ajena.
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