Hay quien gusta de creer que el
Universo tiene tal perfección en su diseño, que incluso las relaciones humanas
se rigen por determinadas condiciones que solo se explican desde la ciencia,
como la física, la química, la biología o las matemáticas. Veamos si el
magnetismo nos ayuda a comprender un poco estas relaciones humanas.
En
términos generales, el magnetismo se refiere al poder de atracción o repulsión
de un imán en relación con otros objetos (principalmente metales), aunque el
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española ofrece una acepción
adicional en referencia al atractivo que alguien o algo ejerce sobre otra u
otras personas o cosas.
Recuerdo
que en mi infancia gustaba de jugar con los imanes del refrigerador de Rebeca,
me encantaba ver cómo se atraían y repelían e incluso la fuerza que se requería
para tratar de juntarlos o repelerlos (según el caso). En las manos me dejaban
una sensación de fuerza y poder para manipular las cosas.
Con
el tiempo me he dedicado a observar y analizar la naturaleza humana y sus
relaciones a partir de circunstancias, algo similar a Ms. Marple, famoso
personaje de la extensa obra literaria de Ágatha Christie. Esta observación,
aunque conocimiento empírico, me ha permitido entender diversos fenómenos
sociales bajo distintos escenarios.
En
el caso de las relaciones humanas (ya sea sociales, afectivas, laborales,
sexuales, familiares, etcétera), también es posible aplicar esa teoría general
en torno al magnetismo: un poder de atracción y/o repulsión, aunque es más
evidente con las personas de carácter fuerte.
Lo
hemos visto en el cine, aunque de forma maniquea. El poder de atracción que
ejercen los líderes, normalmente identificados como “los buenos de la
historia”, y el poder de repulsión que despiertan los antagonistas, por lo
regular “los malos de la historia”.
Aunque
las relaciones humanas son más complejas, esta dinámica dual entre el poder de
atracción y repulsión puede aplicarse para entender. En la complejidad de una
persona, por muy negativa que sea su conducta, también puede despertar
atracción (recuérdese la octava temporada de American Horror Story y el
personaje de Michael Langdon cuando se acerca a la Iglesia de Satanás).
En
mi caso, Ofelia es más de una personalidad que repele. Lo he hecho por
voluntad, aunque durante un tiempo (en mi juventud) fui más una personalidad
con poder de atracción. Hoy decido alejar a los “otros” porque no deseo generar
vínculos para aferrarme a la existencia. Y sin embargo, en mi negatividad, aún
tengo poder de atracción.
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