En esta aventura llamada “vida”,
uno debería dejarse guiar por sus propios latidos, como un sexto sentido de
intuición, una extensión de la mente y su propia lógica, pero con una
perspectiva más animal.
¿Loca?
Ta vez, nunca he pregonado ser una amante de los razonamientos (aunque sí de
analizar las cosas en perspectiva), pero veo la naturaleza animal y sus propias
dinámicas y me pregunto si el león sabe del cortejo para copular con la leona
por intuición y no por un razonamiento.
Son
pulsiones, impulsos, deseos de nuestro propio organismo que se deja llevar por
el llamado de la naturaleza. Lo vemos desde las células más básicas. Cuando un
espermatozoide penetra a un óvulo, lo que sigue es el primer latido de vida
(aquí entraríamos en una discusión ética respecto a si ese óvulo fecundado es
ya un feto o solo un montón de células que se encuentran en proceso de
multiplicarse para crear un feto que más tarde se convertirá en un ser humano).
La
vida se abre camino con latidos y mientras las células se multiplican en el
óvulo fecundado, cada célula late a un ritmo colectivo en tanto sigue el
proceso de crear y una vez que se llega a consumar la nueva vida con un
nacimiento (el parto), esa vida late ya a su propio ritmo, incluso desde el
vientre materno.
Nos
han insistido tanto que el ser humano es racional por naturaleza que olvidamos
la parte animal que nos constituye (haciendo honor a la teoría de la evolución
de Charles Darwin) y pretendemos que la vida se abra paso con decisiones de un
mundo racional que entra en conflicto con su propio instinto porque niega su
naturaleza.
Amar
debería ser un instinto, más que una operación lógica donde intervengan las
diferentes ciencias desarrolladas por la humanidad. El amor late a un ritmo,
así como el terror, la angustia y la felicidad se traducen en latidos
diferentes. Tal vez un cardiólogo entendería de lo que hablo.
Y
así sean años o tan solo unos instantes, la vida late y mientras continúe
latiendo habrá posibilidad de encontrar un motivo a la existencia, motivo que
sería más fácil de encontrar si escucháramos lo que dicen nuestros latidos,
porque hay quien llega al último latido sin saber qué hizo de su vida y cuál
era su propósito (¿hay un propósito para cada vida?)
Mi
corazón apenas late, pero ha latido lo suficiente para decir que he vivido, a
pesar de mi renuncia a la vida. Y una vez que suceda lo que ha de suceder, el
final será anunciado por mis latidos y solo yo sabré que estoy en el umbral.
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