27 de octubre de 2019

254. El latido


En esta aventura llamada “vida”, uno debería dejarse guiar por sus propios latidos, como un sexto sentido de intuición, una extensión de la mente y su propia lógica, pero con una perspectiva más animal.

         ¿Loca? Ta vez, nunca he pregonado ser una amante de los razonamientos (aunque sí de analizar las cosas en perspectiva), pero veo la naturaleza animal y sus propias dinámicas y me pregunto si el león sabe del cortejo para copular con la leona por intuición y no por un razonamiento.
         Son pulsiones, impulsos, deseos de nuestro propio organismo que se deja llevar por el llamado de la naturaleza. Lo vemos desde las células más básicas. Cuando un espermatozoide penetra a un óvulo, lo que sigue es el primer latido de vida (aquí entraríamos en una discusión ética respecto a si ese óvulo fecundado es ya un feto o solo un montón de células que se encuentran en proceso de multiplicarse para crear un feto que más tarde se convertirá en un ser humano).
         La vida se abre camino con latidos y mientras las células se multiplican en el óvulo fecundado, cada célula late a un ritmo colectivo en tanto sigue el proceso de crear y una vez que se llega a consumar la nueva vida con un nacimiento (el parto), esa vida late ya a su propio ritmo, incluso desde el vientre materno.
         Nos han insistido tanto que el ser humano es racional por naturaleza que olvidamos la parte animal que nos constituye (haciendo honor a la teoría de la evolución de Charles Darwin) y pretendemos que la vida se abra paso con decisiones de un mundo racional que entra en conflicto con su propio instinto porque niega su naturaleza.
         Amar debería ser un instinto, más que una operación lógica donde intervengan las diferentes ciencias desarrolladas por la humanidad. El amor late a un ritmo, así como el terror, la angustia y la felicidad se traducen en latidos diferentes. Tal vez un cardiólogo entendería de lo que hablo.
         Y así sean años o tan solo unos instantes, la vida late y mientras continúe latiendo habrá posibilidad de encontrar un motivo a la existencia, motivo que sería más fácil de encontrar si escucháramos lo que dicen nuestros latidos, porque hay quien llega al último latido sin saber qué hizo de su vida y cuál era su propósito (¿hay un propósito para cada vida?)
         Mi corazón apenas late, pero ha latido lo suficiente para decir que he vivido, a pesar de mi renuncia a la vida. Y una vez que suceda lo que ha de suceder, el final será anunciado por mis latidos y solo yo sabré que estoy en el umbral.

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