Los horóscopos son una cosa muy
curiosa porque a partir de la observación constante durante miles de años hay
quienes han determinado la naturaleza humana basados en los signos zodiacales
(ya sea como los conocemos en Occidente o como han sido desarrollados en
Oriente).
Una
constelación básicamente es una alineación de estrellas que forman determinadas
figuras (míticas), aunque el término también ha sido empleado en otros
contextos, como las constelaciones familiares, un conjunto de relaciones entre
los miembros de un mismo árbol genealógico que, en teoría, determinan nuestro
destino.
Nací
un día en que se superponen los signos zodiacales de Libra y Escorpión, con
ascendente en Virgo, lo que en teoría define no solo mi destino, sino otras
cualidades de la naturaleza humana, aunque a menudo resulta complicado entender
esa combinación entre un fuerte temperamento que vive marcado por el
equilibrio. Bipolaridad, quizá. Una personalidad obsesivo compulsiva,
perfeccionista, que a la larga puede resultar tóxica.
La
verdad es que soy un alma ermitaña que se guarda las palabras y las transcribe
en evocaciones a través de la escritura. Mis libros llevan esos cachitos de
estrella que forman constelaciones. Cada página es una lectura de esas figuras
formadas a partir de la alineación de estrellas que me conforman.
El
gran problema es que mi constelación (mi destino) está escrito en estrellas
fugaces, estrellas muertas que se dejan caer al infinito abismo del Universo,
dejando una estela de polvo dorado en su caída. Mi escritura nunca ha sido
optimista. Realista, quizá. Cruda en su verdad, aunque la incomodidad no me
quita el sueño. El problema es del intérprete, no del escribano.
Si
me guiara por eso que han denominado “constelaciones familiares”, pensaría que
soy la herencia de todas las relaciones fallidas y sueños rotos de las mujeres
de mi familia, un matriarcado que nunca pudo consolidar sus proyectos, pero
dejó la esencia de una feminidad poderosa.
Ofelia
no es más que el espectro de lo que fue, de lo que pudo ser, de lo que tal vez
no será. Soy la sombra de la estrella, de la formación de estrellas, del
destino finito que cae hacia el abismo infinito y cuyo propósito se ha perdido
en el polvo dorado de las estrellas.
Lo
he dicho y lo reitero: mi nombre está escrito sobre el agua. Cuando suceda lo
que ha de suceder, mi propio nombre se volverá silencio.
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