23 de octubre de 2019

234. La caja


Más allá de los múltiples materiales con los que pueda ser elaborada, una caja es un contenedor que guarda “algo”, un objeto con muchos simbolismos en torno al secreto y el valor, pero cuando pienso en una caja imagino una especie de cubo de cartón donde guardo fragmentos de lo que ha sido mi vida: mi cajita de sueños rotos, como Marge Simpson.

         Originalmente de hueso, madera o marfil, la caja ha sido elaborada en otros materiales como el metal, el papel, cartón, hojas de diferentes plantas, plástico, unicel e incluso de alimentos como el chocolate o el caramelo. Se trata de recipientes que guardan en su interior otros tantos objetos, incluyendo cuerpos (pensemos en un ataúd).
         Una caja puede guardar tesoros en forma de baúl, tal como han sido descritos en las tantas historias de piratas y tesoros escondidos en alguna isla recóndita en medio del océano, tesoros que también pueden ocultarse en otros sitios menos usuales, como un cementerio, en el sótano de una casa, entre las paredes de un convento o abadía e incluso en páramos desiertos bajo una roca o a los pies de un árbol.
         En la tradición sumeria nos encontramos con múltiples bajorrelieves que muestran a los Anunnaki cargando una pequeña caja con una asa, una figura constante también en otras culturas, aunque más identificable entre los sumerios y que nos hace pensar en algún secreto que guardaba ese pequeño objeto.
         La creatividad de la humanidad nos ha llevado a elaborar cajas no solo en distintos materiales, sino con múltiples diseños y decorados que van desde lo más artesanal (incluso con manualidades como el decorado con sopa de pasta pintada de dorado o plateado) hasta lo fabricado en masa en esta época industrial.
         Pero mi pensamiento se sigue volcando sobre esa imagen de una pequeña caja de cartón, carcomida por el tiempo, rota en algunas partes, y que guarda en su interior diversos artículos que han formado parte de mi vida, desde fotografías, alhajas, flores secas, pequeñas libretas artesanales, separadores de libros, cartas de puño y letra, hasta juguetes de manufactura artesanal que en algún momento fueron para mí algo más que un juguete.
         En estos días mi pensamiento también me ha arrastrado hacia otra imagen de caja: un ataúd, ese “invento” para conservar los cuerpos una vez que suceda lo que ha de suceder, como si la propia caja pudiera conservar por sí misma el valor de un cuerpo que ha perdido su existencia. Pero en esa caja solo reposará mi silencio.

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