Alguna vez en mi juventud me
inscribí a un curso de dibujo solo por saciar mi inquietud de aprender. Mi
experiencia se reducía a dibujos de principiante como pasatiempo, donde apenas
se delimitaban las formas y las líneas daban a entender que se trataba de un
corazón, una manzana, un rostro, algo.
Mi
mentor no era el gran artista, hay que decirlo. Han pasado más de cinco décadas
y hoy es un anciano decrépito que sigue usando sandalias y morral, sin tener
una sola exposición en toda su trayectoria. Pero me enseñó los principios
básicos del dibujo y la pintura para seguir aprendiendo de manera autodidacta.
Una
de las cosas que aprendí en sus cursos fue la perspectiva, un dibujo que va más
allá del primer plano y se inserta en dos o tres planos para dar nuevas
dimensiones a una línea. Punto de fuga, le llaman en la creación artística y
tiene más usos de los que uno pudiera imaginar.
Recuerdo
que mi primera clase práctica consistió en marcar un punto en una hoja en
blanco y de ahí desprender diversas líneas que formaran una calle con sus
edificios, generando una sensación de volumen y distancia en un mismo plano.
Con el tiempo perfeccioné la técnica y la trasladé a la vida cotidiana para
pensar mi entorno en diferentes niveles.
Durante
este año, en las diferentes entradas de este blog que he escrito, he hecho
referencia a mirar las cosas con perspectiva, bajo diferentes filtros que nos
permitan asimilar e interpretar un mismo hecho o circunstancia de manera
diferente. No es lo mismo ver un concierto a través de una transmisión en vivo
en redes sociales, que estar directamente en el lugar donde se desarrolla el
hecho e incluso si se está más cerca o más lejos del escenario, detrás o
filmando desde el aire.
Un
árbol sigue siendo un árbol, pero la perspectiva es diferente para un
paracaidista, para un carpintero y para un pastor. Para el primero, un árbol
representa una amenaza para su profesión; para el segundo, representa la
materia prima con la que desempeña su oficio; para el tercero, representa un
espacio de sombra para descansar.
Uno
lo entiende porque tiene la capacidad de mirar las cosas en su completud, pero
en la cotidianidad hay quienes no ven más allá de una perspectiva, se les
dificulta asimilar que existen otras posibilidades para un mismo hecho. No
existe una interpretación única y universal, la realidad, la circunstancia, el
entorno del intérprete define en gran medida cómo se asimila un hecho.
Mi
vida, vista en perspectiva, puede ser un terreno árido donde nada crece y, sin
embargo, uno se hunde en medio de la nada para perderse en el silencio. Pero
desde dentro, desde la perspectiva de mi cotidianidad, transito por una selva
donde no se distinguen los senderos y camino a ciegas, sin un destino definido,
sin brújula para orientarme. Perspectivas.
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