27 de octubre de 2019

247. La simulación


En la jungla godínez del siglo XXI es muy frecuente encontrar esas personalidades que aparentan y representan más una carga burocrática que un apoyo para el trabajo en equipo. Fácil es distinguir a esas personalidades cuando te encuentras en su mismo nivel o por debajo. Difícil detectarlas cuando eres poco observador y te encuentras en niveles superiores.

         Puede ser hipocresía, en términos prácticos, pues si nos remitimos a la definición que ofrece el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, simular significa “representar algo, fingiendo o imitando lo que no es”. Como un orgasmo que no se tuvo o una relación de apariencia para engañar al “otro”.
         Aquí conviene diferenciar la simulación que entiende la ciencia de la antropología social. Para la primera, existe una etapa previa a la socialización de un proyecto científico: la etapa de pruebas, en la que se realizan diversas simulaciones para registrar y evaluar las variantes en torno al proyecto a fin de corregir los posibles errores.
         Incluso la tecnología ha sido puesta al servicio de la humanidad para la educación, con simuladores virtuales para aprender determinadas habilidades, como las lecciones de manejo, las pruebas de aeronáutica y de preparación para los astronautas que viajarán al espacio, etcétera.
         En el caso de la segunda (y en general, de las humanidades o las ciencias sociales), la simulación es fingimiento, aparentar algo que no es (algo que no se es), como el coito en una relación sexual, pertenecer a un grupo social (“para ser hay que parecer”, dicen algunos que aspiran a una posición social más elevada), trabajar (creo que es el caso más frecuente y abundan estas personalidades), por mencionar algunos ejemplos.
         E la política, la simulación equivale a demagogia que no se traduce en acciones concretas, aunque genera percepción de que “algo se está haciendo”. Tal vez ahí está la clave para entender por qué prosperan las personalidades simuladoras: generan percepción, aunque no se traduzca en acción.
         En este siglo XXI que todavía me ha tocado sobrevivir ha florecido la simulación entre la población de occidente, quizá por la influencia que tienen las redes sociales en la cotidianidad. A través de la apariencia se genera percepción, por muy falso que sea lo proyectado.
         Lo confieso, aborrezco esas muestras de simulación. En parte a eso se debe mi alejamiento de las relaciones sociales. Me inclino más por la gente auténtica que no se inclina por las apariencias. La tecnología puesta al servicio de la sociedad también tiene su parte de simulación entre las consecuencias.

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