En la jungla godínez del siglo
XXI es muy frecuente encontrar esas personalidades que aparentan y representan
más una carga burocrática que un apoyo para el trabajo en equipo. Fácil es
distinguir a esas personalidades cuando te encuentras en su mismo nivel o por
debajo. Difícil detectarlas cuando eres poco observador y te encuentras en
niveles superiores.
Puede
ser hipocresía, en términos prácticos, pues si nos remitimos a la definición
que ofrece el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, simular
significa “representar algo, fingiendo o imitando lo que no es”. Como un
orgasmo que no se tuvo o una relación de apariencia para engañar al “otro”.
Aquí
conviene diferenciar la simulación que entiende la ciencia de la antropología
social. Para la primera, existe una etapa previa a la socialización de un
proyecto científico: la etapa de pruebas, en la que se realizan diversas
simulaciones para registrar y evaluar las variantes en torno al proyecto a fin
de corregir los posibles errores.
Incluso
la tecnología ha sido puesta al servicio de la humanidad para la educación, con
simuladores virtuales para aprender determinadas habilidades, como las
lecciones de manejo, las pruebas de aeronáutica y de preparación para los
astronautas que viajarán al espacio, etcétera.
En
el caso de la segunda (y en general, de las humanidades o las ciencias
sociales), la simulación es fingimiento, aparentar algo que no es (algo que no
se es), como el coito en una relación sexual, pertenecer a un grupo social
(“para ser hay que parecer”, dicen algunos que aspiran a una posición social
más elevada), trabajar (creo que es el caso más frecuente y abundan estas
personalidades), por mencionar algunos ejemplos.
E
la política, la simulación equivale a demagogia que no se traduce en acciones
concretas, aunque genera percepción de que “algo se está haciendo”. Tal vez ahí
está la clave para entender por qué prosperan las personalidades simuladoras:
generan percepción, aunque no se traduzca en acción.
En
este siglo XXI que todavía me ha tocado sobrevivir ha florecido la simulación
entre la población de occidente, quizá por la influencia que tienen las redes
sociales en la cotidianidad. A través de la apariencia se genera percepción,
por muy falso que sea lo proyectado.
Lo
confieso, aborrezco esas muestras de simulación. En parte a eso se debe mi
alejamiento de las relaciones sociales. Me inclino más por la gente auténtica
que no se inclina por las apariencias. La tecnología puesta al servicio de la
sociedad también tiene su parte de simulación entre las consecuencias.
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