Al escuchar la palabra “tortura”
la mayoría de las personas nos remitimos a los métodos empleados durante
ciertos periodos de la historia, especialmente el dominio de la Santa
Inquisición en territorios católicos, para castigar el pecado y purificar a las
almas.
Es
una muestra del ingenio de la humanidad para aplicar la ciencia en la
prolongación del dolor y la agonía, justificada bajo ideales que se imponen
universales, cuando la realidad dista mucho de ser universal, pero incluso a lo
largo de la historia la tortura ha tenido cambios y se ha adaptado a la
dinámica de los tiempos en los que sobrevive.
Pasamos
del control sobre las necesidades básicas del ser humano, como el sueño o la
alimentación, a la generación de malestar sobre la persona objeto de tortura al
infligirle un daño que en una primera etapa era reversible y luego se tornó en
una práctica que aceleraba el proceso de la muerte, prolongando los instantes
de agonía y dolor.
Durante
esta, digamos, evolución de las prácticas de tortura también se desarrolló una
especie de psicología del placer en torno al dolor que derivó más tarde en una
clasificación de la psicología como “sado-masoquismo”. En todo caso, se
trataría de relaciones de poder entre el verdugo y la persona objeto de
tortura.
Distinguimos
al menos dos tipos de prácticas; por una parte, las externas o físicas que se
concentran en infligir un daño al cuerpo, mientras que en la otra parte
encontramos prácticas que van hacia lo interno, desde la psicología, que se
enfocan en la deshumanización de la persona a fin de que pierda cualquier
sentido de identidad, pertenencia y voluntad para vivir y para existir.
Estas
prácticas han sido muy recurrentes a partir de la Primera y Segunda Guerra
Mundial, basadas en algunas prácticas ya ejecutadas durante los siglos XVI al
XVIII para obtener una confesión. De ahí el desarrollo de técnicas de espionaje
que involucran la resistencia a cualquier tipo de tortura (física o
psicológica).
¿He
vivido la tortura? Todos la vivimos en el día a día viviendo en estos sistemas
político económicos. El trabajo es un ejemplo de tortura para los tiempos que
transcurren. Y ciegamente muchos creen en la promesa de éxito y felicidad a
través del poder económico.
He
vivido lo que pude soportar. He sido rebelde durante mucho tiempo, pero me
cansé de luchar contra un monstruo más grande que mi voluntad. La humanidad
está condenada a extinguirse, mientras tanto prolongará la agonía de quienes aún
vivimos hasta que sea el final de los tiempos.
No
me preocupa mucho. La vida también te curte.
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