Reza un dicho en uno de los
cantos de la Odisea: “cambian su cielo pero no su alma quienes cruzan el
océano”. Podríamos poner en la mesa de discusión si una persona cambia o
permanece inmutable ante las nuevas experiencias que le reserva una aventura,
de cualquier tipo. Soy de la idea de que la vida te curte con las peores
experiencias y, aun así, cambias.
Por
definición, la ventura puede ser una felicidad, un destino, algo azaroso como
lo que implica una aventura, que es un viaje hacia algo que aún no conocemos y
que no sabemos qué nos depare, aunque una cosa es segura: no seremos los mismos
después de esa experiencia.
Ahí
radica mi pensamiento que difiere sobre la frase expresa en ese canto de la
Odisea. ¿A qué nos referimos con “alma” y por qué habríamos de creer que esta
no cambia cuando alguien cruza el océano (metáfora del viaje, la aventura)?
Penélope esperó diez años por Ulises solo para verlo más avejentado, curtido
por la vida, aunque el mismo en esencia.
¿Qué
es la esencia, entonces, cuando se trata de una aventura? Recordemos todos los
avatares que tuvo que sortear Ulises en esos diez años en los que Penélope
esperó mientras tejía y destejía una urdimbre más incierta que el destino de
Ulises. Ambos cambiaron y, sin embargo, conservaron su esencia: el deseo de
amarse el uno al otro como si diez años de ausencia nunca hubieran ocurrido.
Y,
no obstante, ocurrieron esos diez años de espera en los que uno y otro
cambiaron: Ulises, con todo lo que implicó su aventura, incluso después de la
llamada Guerra de Troya; Penélope, encerrada en Ítaca, esperando al ser amado
rodeada de todos aquellos pretendientes que esperaban la muerte del prometido.
Ambos
cambiaron sin percibir el cambio. La esencia de la que se hace referencia en
ese dicho es una falacia, una quimera, una mentira disfrazada de fe, de
esperanza, de un dogma de una de las historias de amor más antiguas de las que
tengamos noticia.
Lo
he vivido. Lo viví. La falacia ha muerto porque sería una tortura pensar que
una no cambia después de tantas aventuras. Lo reitero: la vida te curte de
maneras que jamás cruzan por tu mente. A veces pienso que Penélope es alguien
muy diferente a la persona que intentan retratarnos en la Odisea.
La
ventura es el azar que mueve las fichas sobre el tablero y solo nos deja ver
una ficha del juego completo. Uno apuesta a ganar y se lleva sorpresas con cada
jugada. Pero así es cada día: el riesgo de perder o ganar, independientemente
del dinero que esté en juego.
La
vida es una ruleta rusa, un azar, un destino elegible, la ventura que se vierte
en aventura y nos reserva una nueva lección en cada viaje.
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