Uno de los grandes placeres de la
humanidad es el “buen comer”. Las comillas son intencionales para diferenciar
entre la alimentación (un derecho humano, una necesidad básica) y el gusto por
comer (hasta cierto punto, un privilegio, una satisfacción más allá de la
necesidad básica). La gastronomía vista como símbolo de identidad de un pueblo.
Desde
los orígenes de la civilización (podríamos decir desde el descubrimiento del
fuego para la preparación de los alimentos) entendemos el comer como un acto
que va más allá de una necesidad básica porque se descubren sabores, aromas y
texturas que satisfacen otro tipo de necesidades.
La
historia nos dejó testimonio de alimentos “típicos” de determinadas regiones en
el mundo antiguo: el vino de Quíos, el pan árabe (plano, sin levadura), las
mieles de Egipto (utilizadas para endulzar el vino o elaborar panes de centeno
en el mediterráneo), numerosos platillos con aves y reptiles ensalzados con
aderezos a cual más de variados e incluso frutos como el higo característicos
de determinada zona geográfica.
Conforme
ocurre la fusión de culturas se van creando otras formas de preparar los
alimentos, incluyendo la mezcla de ingredientes traídos de diferentes regiones,
para dar paso a una multiculturalidad gastronómica producto del mestizaje,
fusión que da vida a nuevos sabores que van más allá del instinto (y derecho)
de alimentación: el placer del “buen comer”.
Uno
de esos ejemplos es el mole, un guiso que incluye ingredientes de territorios
americanos (chiles, chocolate y guajolote), mezclado con especias de oriente
(canela, clavo, comino, ajonjolí) y que surgió justamente en el periodo del
Virreinato español en tierras americanas.
Con
el tiempo estas recetas fueron arraigadas y se fundieron con la cultura popular
de ciertas regiones para formar parte de la identidad de los pueblos, e incluso
hay denominaciones de origen y declaratorias para proteger ese tipo de
platillos. Esa es la esencia de la gastronomía, un elemento identitario sin el
cual sería imposible entender una cultura o un pueblo.
Aunque
sé de la preparación de alimentos, prefiero degustar las creaciones culinarias
producto de la mezcla cultural expresa en la gastronomía, más allá de ser
creadora de tal maravilla. Hay incluso quienes cruzan ese límite y llegan a la
categoría e “cocina de autor”, con recetas propias que atienden a una
multiculturalidad global.
Y
sin embargo, el “buen comer” ha de morir a través de los sentidos porque es una
satisfacción efímera que termina con un proceso natural de alimentación.
¿Cuántos platillos habrán muerto a través de la historia? Al final esa
satisfacción es un momento de algarabía en los sentidos que al cabo de los
instantes vuelve al silencio del que vino.
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