Se ha dicho que el dolor te hace
“más humano”, pero al ser humano le causa conflicto el dolor ajeno. Por
ignorancia, hay quien piensa que no sentir dolor es una solución para
mantenerse en un estado de confort constante, sin experiencias negativas. Sin
embargo, la ausencia de dolor hace más corta la existencia.
Es
posible distinguir varios tipos de dolor. Generalmente se refieren a una
condición de malestar físico o espiritual. Imaginar una eternidad de dolor es
posible, pero una vida en el dolor es cosa diferente. “Si no duele, no está
funcionando”, reza una frase muy frecuente en los gimnasios. La vida, si no
duele, no trabaja de manera correcta.
Uno
no aprende de la risa, aprende de los golpes de la vida. Mantenerse a flote a
pesar del dolor también es posible cuando ese dolor trasciende y se transforma
en aprendizaje. No obstante, también hay quienes, como yo, volvemos una y otra
vez sobre la experiencia del dolor porque no hemos encontrado otra manera de
sabernos vivos.
En
mi vida he acumulado muchas experiencias dolorosas. Físicas, mentales,
espirituales, una gama con diferentes matices que me han permitido explorar
esta riqueza que implica estar viva. Pero conocer no implica aceptar ni asumir.
Reniego de la vida porque vivo a pesar de mi voluntad.
Algunos
lectores podrán verse en un espejo mientras leen estas líneas. Hay quienes
tenemos que vivir con el dolor de la existencia y nos es muy difícil
entregarnos a experiencias que nos ofrezcan más satisfacción que pesar. La
experiencia positiva nos ata a este mundo. La experiencia negativa nos mantiene
bajo otro escenario, donde somos conscientes de la finitud y los límites de la
apariencia.
Aunque
complementarios, me he dedicado a vivir en el alcohol porque solo así puedo soportar
una realidad abrumadora donde conviven el dolor y el placer de la existencia,
con lagunas mentales, en aguas turbias donde no puede penetrar la memoria para
dejar huella de su paso. Esta vida es demasiada para un cuerpo tan pequeño.
La
vida duele y me lo recuerdo en cada oportunidad. La vida también es placer y no
me niego a esa satisfacción. Pero no puedo entregarme por completo a uno y otro
impulso. Me dedico a acumular experiencias que pueda desmenuzar y después
explicar para que otros lleguen a asimilarlas.
El
gran problema es que vivo en determinadas circunstancias que configuran mi
existencia, circunstancias y escenarios que pueden o no coincidir con alguien
más. El dolor es una experiencia individual y cada uno se rige por diferentes
espectros de dolor.
Habrá
quien piense que el mayor dolor es el momento del parto. Habrá quien considere
que el mayor dolor es estar con vida.
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