Tejer es una actividad que
permite estar a solas con los pensamientos propios. Puede ser compartida o no,
pero por lo regular es un momento de intimidad que, de manera inconsciente,
contribuye a dar un orden a nuestros pensamientos, emociones y preocupaciones.
En la vida todos tejemos un entramado que da sentido a nuestra existencia.
De
fantasía, tradicionales, mixtos, con materiales y colores diversos, un
entramado tiene características propias más cercanas a un tejido artesanal que
tiene imperfecciones. Y por mucho pensar en esa expresión tan recurrente en
nuestros días de ser “único y especial”, es un entramado muy similar a otros
tejidos, como si fueran hechos en serie, aunque al mirar de cerca los detalles
uno distingue ciertas imperfecciones que son propias de su hacedor.
Yo
he tejido mi vida en un telar rudimentario con esta madeja de vida que se va
tiñendo de memorias. El color no importa. Podría imaginar un azul acero y, sin
embargo, convertirse en un color crudo, naranja, ocre, violeta o verde lima.
Las memorias son caprichosas y adquieren un color distinto que las identifique
una vez en el entramado de la vida, incluyendo una extensa gama de matices y
texturas.
Ásperas
o suaves, cada puntada se va uniendo a otras ya montadas para dar forma a una
existencia que se construye día a día. El problema es que mi entramado es muy
tosco, luce puntos sueltos aquí y allá, puntos que amenazan con deshacer el
tejido, desbaratarlo, arrastrar otros puntos consigo y desaparecer el entramado
entero.
Con
el tiempo, el alcohol ha desteñido estos hilos que se entrecruzan en sus
diversas formas y todas las memorias que he tejido en el telar lucen demasiado
grises para convertirse en pieza artesanal. Mi tejido, en teoría, debería ser
una construcción que se luzca con orgullo, que inspire, que dé cuenta de esta
vida en su complejidad.
No
obstante, cada cierto tiempo hago una pausa en mi labor para ver qué estoy
tejiendo y no imagino otra utilidad para mi tejido más allá de un trapo de
cocina, útil, pero donde la estética no tiene relevancia. Un tejido que en cada
uso va desprendiendo los puntos sueltos y condena estas memorias a la no
existencia.
No
envidio el entramado de los otros. Se esfuerzan por demostrar su habilidad sin
asimilar la finitud de la existencia. Ese entramado perdurará mientras vivan.
Una vez en el ocaso, el tejido ha de desaparecer para volver a su forma
original. Puede tardar según la complejidad del entramado, pero al final todos
los hilos de toda la existencia humana terminarán en el mismo punto.
Mi
propio entramado dejará de existir cuando suceda lo que ha de suceder. La
trascendencia de mi tejido no es relevante. Incluso el nombre volverá al
silencio.
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