Al elegir, uno se inclina por una
opción de las que hay a nuestra disposición bajo ciertas circunstancias. Y
aunque decidimos continuar una vez hecho la elección, hay un mayor o menor
grado de angustia ante las otras posibilidades que se habían presentado antes
de elegir. ¿Qué hubiera pasado si...?
El
remordimiento se manifiesta con más fuerza cuando somos conscientes del peso de
nuestras decisiones, pero únicamente cuando existe la duda sobre esa elección:
¿era la mejor?, ¿la menos peor?, ¿había otra opción más sencilla?, ¿esta
decisión es la correcta?
El
remordimiento es una duda, una pregunta, un hubiera que no llegó a consumarse
y, sin embargo, se expresa como esa otra posibilidad que no elegimos y que se
aferra a nuestra existencia mientras sigamos mirando al pasado.
Alguien
ya escribió sobre el tema de una forma muy poética. La esposa de Lot, en lo que
llaman las “Sagradas Escrituras”, se atrevió a mirar atrás y fue convertida en
estatua de sal, un emblema del remordimiento donde se manifiesta la poca
certeza en la decisión tomada, como albergando alguna esperanza de llevarse un
poco del pasado hacia el futuro al que caminamos.
Yo
adopté el alcohol antes que convertirme en estatua de sal. Mi remordimiento se
funda es todas las decisiones que no he tomado por evitar la vida y la
existencia. El hubiera es un martillo que suena en mi cabeza noche y día y únicamente
el alcohol me permite silenciar un poco tantos pensamientos.
Con
una frecuencia inusual, me cuestiono este lugar que ocupo en el mundo, mi lugar
en este entramado y los vínculos generados, a pesar de la renuncia. ¿Este
entramado en qué cambiaría si me hubiera decidido a vivir?, ¿qué hubiera
cambiado en mi entorno de haber tomado esa decisión?
Pero
al final del día, sumida en mis lagunas mentales, dejo que las preguntas se
desvanezcan con el sueño y se renueven al despertar, con mayor o menor ahínco.
Es un ciclo no cerrado, que no sé si llegue a tener una respuesta para callar
mis pensamientos.
El
alcohol no es la respuesta, lo sé. Pero el hubiera se diluye mientras me
entrego a la no existencia a la que me han condenado. Y por voluntad elijo no
elegir. Aunque mire atrás, la vida en el alcohol impide convertirme en estatua
de sal. Aquí dentro hay más depósitos de sal de los que pueda acumular.
He
llorado lo suficiente mirando al pasado, a todas esas posibilidades que tuve y
he tenido y que nunca me decidí a asumir. No tengo la fuerza para decidir más
allá de mi renuncia. Porque negarse a la vida y la existencia también es una
elección.
Hoy
elijo una vida de remordimiento por la renuncia a vivir y a existir. Si mi
nombre sobrevive al silencio, será otra posibilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario