De todas las partes que integran
el cuerpo, la boca es de las pocas que tienen más de una función y entre las
cuales se cuentan algunas de las más importantes para el ser humano. Espacio
simbólico que “da y recibe”, la boca es nuestro principal instrumento para la
existencia.
Desde
sus funciones básicas como recibir el alimento que nos nutre hasta funciones
más complejas como articular palabras, la boca es el principio y fin de una
vida: anunciamos la llegada al mundo a través del llanto que emerge de la boca
y partimos de este mundo con el último aliento.
La
sexualidad ha extendido sus dominios más allá de la genitalidad e incluso en la
pornografía existen categorías específicas en torno a la boca, espacio de
recreación sin llegar a ser creación como en el caso del contacto
genito-genital.
Con
la boca besamos, nos comunicamos, nutrimos nuestro cuerpo al ingerir alimentos
durante toda una vida. Con la boca se hace el silencio mientras la voluntad
contenga las palabras y sonidos que podamos articular. Con la boca se refuerza
nuestra identidad y la expresión de nuestras emociones ante determinadas
circunstancias.
La
anatomía de la boca es tan variada como individuos en el mundo y no hay boca
igual más que en sus órganos y tejidos que la componen. Incluso la Psicología
habla de una etapa oral de los individuos y sus indicios se manifiestan incluso
en la vida adulta con acciones que realizamos de manera inconsciente.
Pero
también existe la renuncia a utilizar la boca para las funciones en las que
usualmente se emplea: se renuncia al alimento, a la palabra, a la sexualidad
oral, incluso a la emisión de cualquier sonido porque se está sujeto a un voto
de silencio.
Hubo
un tiempo en el que mi boca escurría veneno. Tanto rencor, tanto resentimiento,
tanto dolor provocado por el mundo y mi entorno convirtieron las palabras en
veneno y hace mucho decidí recluirme en el silencio y vaciar mis palabras en la
escritura porque esta dinámica solo alimentaba mi impulso de autodestrucción.
Tampoco
funcionó. Hoy mi boca es una celda de carámbanos y dientes, los labios cosidos
con cabellos, a veces articulando una que otra palabra (“No” se ha vuelto mi
palabra favorita), pero incapaz de ser utilizada para las funciones que se
esperan en la interacción social.
Mi
nombre no ha vuelto a ser pronunciado en esta boca desde hace mucho tiempo. Lo
escribo tratando de evocar el sonido en cada sílaba (“Ofelia”). Pero esta boca
es el umbral de la tormenta que me habita y es preferible contenerla que
dejarla salir.
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