Los años pasan y sigo creyendo
que la vida es un entramado que nunca termina, lleno de puntadas aquí y allá en
una variedad que solo la historia puede describir. Tejidos apretados, tejidos
flojos, tejidos con puntos sueltos y con nudos entre cada vuelta. Así es la
vida, un tejido que se va creando y recreando conforme transcurre el tiempo.
Mentiría
si afirmara que todos los tejidos se ciñen a las mismas características, pero la verdad es que los
universales no son mi fuerte. Para generalizar tenemos el juicio de las redes
sociales con ese dedo inquisidor que señala según criterios dispares y nunca
fijos lo que es correcto, bueno y justo de lo que representa todo lo contrario,
en una especie de maniqueísmo que divide al mundo en un código binario donde no
hay tercera opción.
Decía
que la vida es un tejido y aunque no sepamos tejer, cada puntada es una
experiencia que va construyendo el entramado de la vida y en esa creación hay
quienes buscan imitar los patrones ajenos para aplicarlos a su propio tejido,
pero la vida es más compleja que la imitación.
Hay
quienes pierden la vida intentando una sola puntada y en ello se les va el
tiempo, la existencia entera. A veces lo logran, a veces siguen intentando una
y otra vez, tejiendo y destejiendo los hilos como hizo Penélope en una bella
analogía de las tribulaciones de la vida.
Tejemos
con la madeja de vida a la que he hecho referencia en entradas anteriores, una
madeja que inicia extendida en toda su longitud al nacer y que, conforme avanza
la vida, vamos juntando en una esfera un poco amorfa para reunir todas las
memorias y experiencias de vida hasta que llega a nuestras manos y, cuando
sucede lo que ha de suceder, la dejamos caer para volver a su sitio original.
Pero
mi madeja de vida está empapada en alcohol. En cualquier momento podría
prenderle fuego y terminar con estos ciclos de existencia que parecen no tener
fin. No importará a dónde irán mis memorias. Seguramente se volverán silencio,
como mi cuerpo, como mi nombre, como esta cabeza que parece no descansar.
Aprendí
a tejer y me parece una actividad por demás terapéutica, pero tejer la madeja
de la vida es una cosa muy distinta. Este entramado está lleno de puntos
sueltos, de hilos sin tejer, de quemaduras de cigarro y un poco de paja que se
ha colado en el tejido.
Si
valorara la vida y la existencia tanto como hace la mayoría (no utilizo
categóricos universales), me pregunto qué formas tendría cada puntada y si el
entramado distaría mucho de lo que es hoy, aquí, en este momento en el que nada
parece tener importancia.
Pero
al final no importa. Cuando suceda lo que ha de suceder, seremos yo y mi
silencio.
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