29 de abril de 2019

119. El trabajo


La Organización de las Naciones Unidas y otros organismos internacionales, como la Organización Internacional del Trabajo, han tratado de impulsar garantías laborales para las personas, al considerar que el derecho al trabajo permite el acceso a otros derechos humanos. Pero hablar del trabajo va mucho más allá de una mera plaza laboral.

         Históricamente ha habido muchas luchas para ganar derechos en torno al trabajo: una jornada laboral de 8 horas en promedio (algunos países la han reducido a seis e incluso en algunas naciones se redujo el número de días a trabajar), los periodos de descanso, el derecho a huelga, a formar sindicatos y otras formas de organización laboral, condiciones de higiene y seguridad laboral, mayores salarios y prestaciones, por mencionar solo unos ejemplos de lo que implica el trabajo.
         He puesto a la reflexión una circunstancia que se vive sobre todo en los tiempos modernos: normalmente se consideran 8 horas de sueño o reposo para el cuerpo al día, 8 horas laborales y en teoría 8 horas para las actividades propias de cada persona.
         Sin embargo, no estamos considerando los tiempos de traslado a los centros de trabajo, las horas extra trabajadas (dentro y fuera de la oficina), el trabajo doméstico que realiza cada persona en su hogar (independientemente de la brecha de desigualdad que aún marca una diferencia entre hombres y mujeres), los periodos de alimentación (consideremos al menos media hora para cada comida). Al final nos quedan quizá dos horas para la vida propia al día.
         Si a ello le sumamos la circunstancia que vive casi la mitad de las familias respecto al bajo ingreso percibido en comparación con la cantidad de horas trabajadas, muchas familias se ven en la necesidad de buscar un segundo trabajo que aumente al menos un poco el ingreso familiar que les permita acceder a mayores bienes de consumo, especialmente la canasta básica.
         ¿Qué vida es esa en la que vives para trabajar y trabajas para vivir? Tal vez estoy loca, pero un trabajo digno también procura el bienestar del trabajador fuera del centro laboral, porque un trabajador satisfecho con su vida puede llegar a ser más productivo (entiéndase productividad dentro del sistema económico que impera en Occidente).
         Durante más de treinta años vendí mi fuerza laboral por una vida material que nunca me satisfizo. He sido más feliz en mi mesita de bar escuchando en la ebriedad las historias de otros clientes que demandan ser escuchados, así sea por algún extraño, porque curiosamente en momentos de crisis una palabra de alguien ajeno a nuestras vidas parece ser más objetiva que todo aquello que puedan decir nuestros conocidos.
         Y es un trabajo y se hace con dignidad, aunque no lo reconozca la Organización Internacional del Trabajo. Hay oficios que dan mayor satisfacción que una plaza laboral inserta en un sistema económico que suprime la vida en su ecuación.
         Al final no importa. Mi nombre, tu nombre y todos los nombres tornaremos al silencio.

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