Verdad. Mentira. Secreto.
Misterio. Cuatro elementos clave para entender lo que se dice y se omite en la
comunicación. Si es verdad, entonces no es mentira. Si es secreto, implica una
verdad que no necesariamente llega a ser misterio debido a que es comprobable.
Si es misterio, implica una mentira opuesta a la verdad que no necesariamente
se puede comprobar.
El
secreto en sí es una verdad reservada, omitida, que habita en el silencio y se
niega a ser revelada, mientras que el misterio, su opuesto, se muestra con
apariencia de verdad sin llegar a serlo. El secreto se puede compartir, pero la
magnitud del secreto y el círculo en el que se comparte influye en que ese
secreto se convierta en verdad o rumor sin comprobar.
¿Por
qué existe el secreto? Porque puede implicar algo prohibido, algo negativo,
algo que no debe ser y es, algo que puede cambiar una verdad si se muestra ante
otros ojos. El secreto deja de serlo justamente cuando se muestra ante otros
ojos para convertirse en verdad.
Puede
causar vergüenza, miedo, angustia, placer, satisfacción. Puede cambiar vidas (para
bien o para mal) mientras permanezca como secreto o si deja las sombras en las
que vive para convertirse en verdad. Pero el secreto también puede llegar a ser
misterio si se oculta demasiado.
En
una ocasión llegué a ver una exposición (fascinante, si he de ser sincera)
llamada “Secretos del Vaticano”, del italiano Massimo Listri, donde mostraba
sendas fotografías en gran formato donde se exhibían los jardines y espacios
“secretos” del Vaticano con un ojo tal que causaba vértigo de solo ver las imágenes.
Traigo
a colación esa exhibición fotográfica porque en el título llevaba su condena.
Los llamados “secretos del Vaticano” dejaron de serlo cuando se expusieron a
ojos que no tenían acceso a esos secretos. Implicaban una verdad omitida que
fue revelada, lo que indica de dejaron de ser misterio. La fotografía de ese
“secreto” se convirtió en prueba de una verdad omitida.
Así
funciona el mundo, entre verdades omitidas, mentiras divulgadas, hechos y
afirmaciones no comprobables cuyo secreto se torna misterio cuando faltan
pruebas que den cuenta de una verdad.
Mi
vida no es misterio, quizá secreto. En todo caso no sería verdad ni mentira.
Existo, a pesar la no existencia, pero cuando suceda lo que ha de suceder, mi
propio nombre se volverá silencio, un rasgo muy peculiar y frecuente en lo que
habita en el secreto.
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