Apunte bien, señor escribano, que
no haya lugar a dudas sobre esta, mi voluntad arcaica, donde he de dejar
testimonio de mi existencia y la espera en el umbral, con las maletas hechas
para cuando suceda lo que ha de suceder.
Aquí
dejo mi cajita de sueños rotos, algunos desde la infancia, con la sombra que
nunca pude ser porque aspiraba a “ser” (mariposa, una estrella que se impacta
en la nostalgia, el segundo de felicidad en corazón ajeno, el horizonte que
despunta al alba) cualquier cosa más allá de ser mera sombra.
De
mis ojos dejo testimonio, de todo el mundo atrapado en la pupila, aunque mirara
atrás mil veces y mil veces más mirar el frente, al horizonte que se esconde de
mí, aunque mirara al piso indagando dónde dar el siguiente paso, aunque mirara
dentro y no encontrara más que el eco de mis años.
Testamento
dejo del espacio que he llegado a ocupar en este mundo, del recipiente en el
que habito, un recipiente llamado cuerpo en el que han estado condenadas mi
vida, mi existencia y lo que resta, un polvo de estrellas y un poco de ceniza
para estar segura de que no habrá más vida en este cuerpo.
Apunte
bien, señor escribano, que es mi voluntad dejar atrás el camino recorrido y los
senderos que jamás llegué a descubrir. Apunte bien, que no quede duda de los
pasos dados y los no andados, porque dudé mil veces de mi trayecto y me perdí
mil veces en la locura de mi pensamiento.
Que
la duda no quepa sobre mi existencia, aunque renunciara a ella una y mil veces,
desde el origen del mundo y en su día final, porque fui traída a pesar de mi
voluntad y mi falta de voluntad para vivir. Que no quede duda de mi renuncia,
por mucho que el tiempo deseara prolongar este objeto de renuncia.
Aquí
dejo mi abandono, la página en blanco jamás escrita, porque el espacio en
blanco también es escritura, como el silencio en una sinfonía. Apunte bien,
señor escribano, apunte las páginas que conservaron su blancura y ansiosas de
mi tinta hoy perecen en blanco porque así es mi voluntad. Que sea mi voluntad y
no la suya, que para eso dejo testamento de lo no vivido.
De
mi silencio dejo testimonio, de todas las palabras y los nombres que morirán
atascados en mi garganta, aquí donde la vida se atraganta, incapaz de invocar
esos fonemas que hablen de mí, de lo que ocurre dentro, aquí donde me late un
hongo seco en lugar de corazón.
Apunte
bien, señor escribano, apunte el testimonio de la cama, del alba y de la noche,
de la estrella fugitiva y la vida que fenece en las alas de las polillas que me
habitan. Apunte bien, que no quede duda de mi última voluntad, porque ha de ser
mi voluntad y no la suya, la de ellos, los otros, aquellos que con dedo
inquisidor colocan frases de mentira en las lápidas de cada tumba, aunque la
piedra no conserve el nombre.
Apunte
bien, que mi nombre morirá en silencio.
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