Hay una historia sobre tres
brujas hermanas que marcan el destino de la humanidad. Una bruja trabaja el
hilo en una rueca, otra lo mide según el tiempo de vida que tendrá cada persona
y la última, considerada la más cruel, sostiene en alto unas tijeras para
tensar el hilo y cortarlo en el instante de la muerte.
También
creo que la vida es una madeja que al nacer se encuentra extendida en su
longitud, la misma para cada individuo, mientras nos encontramos en lo alto de
una torre. La vida es la madeja y en ella vamos reuniendo memorias. Al momento
de morir, esa madeja acumulada vuelve a su sitio y forma original para dar paso
a una nueva existencia.
Es
la misma extensión de hilo para todos los casos, pero en cada caso la persona
junta la madeja con fuerza y habilidades diferentes e incluso llega un punto en
el que la labor resulta demasiada y se abandona el hilo. Muertes prematuras,
jóvenes, que no alcanzan a juntarse en una madeja hasta el final.
Hay
otras historias en torno al hilo: en Oriente existe la creencia de que al nacer
llevamos anudado entre los dedos un hilo rojo que nos une con la persona
destinada al amor y pasamos la vida buscando el otro extremo para encontrar a
esa persona. En el folklore alemán existe la figura de Rumpelstiltskin y una
historia en la que una joven convierte la paja en hilos de oro a cambio del
primer hijo de la doncella.
En
la cultura wixárika, la etnia huichol borda presagios con hilos bañados en
colorantes naturales, siluetas de animales, flores y elementos de la naturaleza
que crean escenarios muy peculiares, tan peculiares como los tenangos de
Hidalgo y sus figuras animalescas en bordados coloridos.
Hilos
de oro, de plata, de seda, lino y algodón, hilos de cabellos de animales y
humanos utilizados en diferentes textiles y con finalidades variadas. Hilos
para labores cotidianas como zurcir una calceta hasta labores más complejas
como decorar el vestido de una reina en intricadas formas donde se incrustan
vistosas joyas. Hilos aquí y allá decorando y trazando la ruta de la vida.
Y
a pesar de todo lo que encierra un hilo, sigo creyendo que al nacer venimos con
una madeja extendida en toda su longitud y mientras pasa el tiempo vamos
reuniendo memorias en esa madeja hasta acabar con ella en una bola de estambre
entre nuestras manos.
En
teoría, así debería ser, pero he ahogado este hilo en alcohol y aunque siga
juntando mis memorias en una madeja, llegará el punto en el que prenderé fuego
a toda historia sobre mí y este nombre que me identifica volverá al silencio
del que vino.
No
tengo nada más, yo soy todo lo que tengo.
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