Aunque en las diferentes especies
animales el lapso varía, para la humanidad hay un tiempo promedio de nueve
meses para prepararse antes de traer a un nuevo ser al mundo. La maternidad
podría ser un instinto de protección hacia este nuevo ser, pero en la mayoría
de los hogares se reduce esta maternidad al círculo de las mujeres.
Con
frecuencia pienso que se ha sobrevalorado y desvirtuado la maternidad a tal
grado que el sufrimiento se torna un sacrificio de amor que después se echa en
cara cuando uno aprende a volar y abandona el nido. Manipulación. Chantaje.
Relaciones de doble vínculo que también ejercen la violencia.
Muchos
de los feminismos de hoy pugnan en sus discursos por una paternidad responsable
sin advertir que en esa cosmovisión se perpetúa la paternidad para el hombre y
la maternidad para la mujer, lo que explica en cierta forma la exclusión de
otros modelos de familia donde paternidad y maternidad se disuelven para crear
otros esquemas de organización.
Ejemplos
de esta disolución de estereotipos hay muchos en la naturaleza, en las
diferentes especies animales cuya existencia también debería ser un objeto de
estudio para la sociología. Tal vez la propia naturaleza nos está dando las
respuestas y nuestros propios prejuicios nos ciegan frente a esas verdades que
se nos presentan.
La
maternidad debería ser una elección y la procreación, un ritual de mutuo
consentimiento, no un acto necesario y obligatorio porque así lo dicta una
doctrina. Por seguir estos preceptos (muchos tan anacrónicos y obsoletos para
la realidad en la que vivimos) nos hemos acabado el mundo, con una
sobrepoblación que ha explotado sus recursos y vendrán los años de carencia y
muerte.
La
maternidad es una vuelta de tuerca en la rueda de la vida. Podemos tomar ese
camino o continuar nuestro trayecto, independientemente del destino. Pero me
niego a asumir una maternidad por imposición, por llenar este vacío, por esta
sensación de incompletud que aún no sé determinar si es impuesta o propia.
He
vivido lo que puedo soportar. Elegí renunciar a la maternidad, como he
renunciado a tantas cosas que se esperan para mi sexo. Mi no-existencia es mi
prioridad. Si yo no encuentro una explicación para mi propia existencia, ¿cómo
espero traer al mundo a un nuevo ser, aun en contra de su voluntad?
Crecí
en un entorno donde la maternidad falló. Sola vine y sola me iré. Las huellas
que queden en este mundo en algún punto se volverán silencio.
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