Hay una historia en la mitología
griega en la que una mujer abrió un cofre “por curiosidad” y dejó libres a
todos los males que desde entonces han aquejado a la humanidad. Resulta muy
peculiar el dicho “la curiosidad mató al gato” y que las historias en torno a
la curiosidad se refieran a la mujer y el origen de los males.
Pensemos
en la tradición judeocristiana y la Eva bíblica, quien fue persuadida de comer
el llamado “fruto prohibido”: la curiosidad de una mujer que condenó a la humanidad
a una existencia de penurias. No es de sorprender que la misoginia funde su
odio y su desprecio en este esquema.
La
mujer de Lot (Edith, de acuerdo con algunos estudiosos) es otro ejemplo de cómo
“la curiosidad mató al gato”. Huyendo de la destrucción de Sodoma, se atrevió a
mirar atrás solo para ver su destino convertido en sal: una estatua que
recuerda la importancia de dejar en el pasado la experiencia negativa y
concentrarnos en el presente y el futuro que nos depara (cuánta falsedad en una
sola imagen que se pinta de melodrama, parece filosofía barata).
Una
historia similar existe en la mitología griega (esa cultura tan observadora de
la naturaleza humana): Orfeo, saliendo del Inframundo con su amada Eurídice a
sus espaldas, se atrevió a mirar atrás y la perdió para siempre. Una curiosidad
que también llevó a la muerte, aunque esta vez se manifestó en un hombre, señal
de que no toda curiosidad es misoginia.
En
el amor también se enfrentan pérdidas por curiosidad, como en el mito de Psique
y Eros, donde la curiosidad de la primera le hizo perder el amor del segundo.
Esto nos debería hacer pensar en que la curiosidad se manifiesta cuando existe
algún veto o prohibición para “mirar”, quizá con un pequeño guiño de lo que hoy
conocemos como voyerismo.
Pero
la curiosidad, después de todo, no es tan mala si lo vemos desde otra
perspectiva: la ciencia. Mucho antes de que se desarrollara un método
científico, la curiosidad fue el origen de la mayoría de las áreas del
conocimiento (por no decir todas). Las cosas que hoy damos por hecho tuvieron
que pasar por este filtro de curiosidad en alguien que se atrevió a ver más
allá de sus límites de experiencia.
Mi
naturaleza es curiosa en diversas formas. Eso me permite cuestionar y
cuestionarme sobre la existencia y todo lo que implica porque mi cabeza no
detiene su río de preguntas. La curiosidad también es un aprendizaje empírico
que permite aprender con el método de la prueba y error.
Curiosamente
mi aprendizaje ha sido del error. Mi sola existencia es un error que pudo
prevenirse, pero en la existencia no hay vuelta atrás. No me convertí en
estatua de sal, como la esposa de Lot. Soy una figurilla de barro: hueca por
fuera, blanda por dentro, pero de pie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario