21 de marzo de 2019

80. La curiosidad


Hay una historia en la mitología griega en la que una mujer abrió un cofre “por curiosidad” y dejó libres a todos los males que desde entonces han aquejado a la humanidad. Resulta muy peculiar el dicho “la curiosidad mató al gato” y que las historias en torno a la curiosidad se refieran a la mujer y el origen de los males.

         Pensemos en la tradición judeocristiana y la Eva bíblica, quien fue persuadida de comer el llamado “fruto prohibido”: la curiosidad de una mujer que condenó a la humanidad a una existencia de penurias. No es de sorprender que la misoginia funde su odio y su desprecio en este esquema.
         La mujer de Lot (Edith, de acuerdo con algunos estudiosos) es otro ejemplo de cómo “la curiosidad mató al gato”. Huyendo de la destrucción de Sodoma, se atrevió a mirar atrás solo para ver su destino convertido en sal: una estatua que recuerda la importancia de dejar en el pasado la experiencia negativa y concentrarnos en el presente y el futuro que nos depara (cuánta falsedad en una sola imagen que se pinta de melodrama, parece filosofía barata).
         Una historia similar existe en la mitología griega (esa cultura tan observadora de la naturaleza humana): Orfeo, saliendo del Inframundo con su amada Eurídice a sus espaldas, se atrevió a mirar atrás y la perdió para siempre. Una curiosidad que también llevó a la muerte, aunque esta vez se manifestó en un hombre, señal de que no toda curiosidad es misoginia.
         En el amor también se enfrentan pérdidas por curiosidad, como en el mito de Psique y Eros, donde la curiosidad de la primera le hizo perder el amor del segundo. Esto nos debería hacer pensar en que la curiosidad se manifiesta cuando existe algún veto o prohibición para “mirar”, quizá con un pequeño guiño de lo que hoy conocemos como voyerismo.
         Pero la curiosidad, después de todo, no es tan mala si lo vemos desde otra perspectiva: la ciencia. Mucho antes de que se desarrollara un método científico, la curiosidad fue el origen de la mayoría de las áreas del conocimiento (por no decir todas). Las cosas que hoy damos por hecho tuvieron que pasar por este filtro de curiosidad en alguien que se atrevió a ver más allá de sus límites de experiencia.
         Mi naturaleza es curiosa en diversas formas. Eso me permite cuestionar y cuestionarme sobre la existencia y todo lo que implica porque mi cabeza no detiene su río de preguntas. La curiosidad también es un aprendizaje empírico que permite aprender con el método de la prueba y error.
         Curiosamente mi aprendizaje ha sido del error. Mi sola existencia es un error que pudo prevenirse, pero en la existencia no hay vuelta atrás. No me convertí en estatua de sal, como la esposa de Lot. Soy una figurilla de barro: hueca por fuera, blanda por dentro, pero de pie.

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