El agua en su conjunto, como un
elemento de la naturaleza, es emblema de vida, de fuerza, de poder y
destrucción. El planeta Tierra debería llamarse Agua por su composición y
estructura. El agua nos domina, incluso al dividirse en pequeños fragmentos a
los que hemos llamado gotas.
Al
escuchar una gota de inmediato nos remitimos al agua y, según las
circunstancias, puede ser un sonido que otorgue esperanza y paz mental o todo
lo contrario, angustia, desesperación, pánico e incluso terror. Tales
sentimientos surgen tan solo con el sonido de una gota en una secuencia dispar
o en intervalos que se repiten y dejan un remanente.
La
gota de agua en el grifo puede generar sentimientos de zozobra, inquietud,
angustia. En cambio la gota que cae sobre un manantial puede despertar una
armonía interior que abra paso a la estabilidad, el equilibrio, la paz mental y
espiritual quizá.
La
gota de lluvia que moja nuestro rostro se funde con las emociones que uno tenga
en el instante: puede generar un cambio positivo o sumirnos en la emoción
negativa que termina por dominarnos y mucho influye la secuencia, el ritmo y la
fuerza con que la gota cae sobre nuestro cuerpo.
La
ropa recién lavada escurre gotas primero a un ritmo acelerado y, conforme pasan
las horas, cada gota espera su tiempo antes de dejarse caer al infinito de la
gravedad. Generalmente despierta una sensación placentera, muy similar a la que
surge bajo las gotas de la regadera al tomar una ducha (las emociones variarán
también de acuerdo con el historial de emociones y la temperatura del agua).
Hubo
un tiempo, además, en el que la tortura se valió de la gota de agua sobre la
cabeza de las víctimas, cayendo a ciertos intervalos que impedían el sueño y a
largo plazo generaban trastornos irreversibles. Una sensación semejante a la de
una gotera en una noche de tormenta cuando nos disponemos a dormir, más
irritante todavía cuando la gota cae sobre el metal de alguna cacerola y emite
sonidos chocantes por toda la casa.
La
vida también se manifiesta a gotas y la tomamos con satisfacción o irritación
según nuestras propias circunstancias. A veces queremos acumular las gotas en
nuestras manos, pero inevitablemente se filtra entre los dedos y tan solo nos
quedamos con la sensación de lo que fue.
Mi
vida es una gota que permanece en suspenso sobre el grifo de la cocina. Forma
parte de algo, pero busca su independencia y a pesar de la fuerza del abismo,
se mantiene al borde, sin decidirse a arrojarse de lleno, aunque incapaz de
retornar al lugar de donde vino.
Con
el tiempo esta gota de vida se volverá salitre, se tornará cal, se secará como
una costra y dejará su huella incómoda para los otros.
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