19 de marzo de 2019

78. La gota


El agua en su conjunto, como un elemento de la naturaleza, es emblema de vida, de fuerza, de poder y destrucción. El planeta Tierra debería llamarse Agua por su composición y estructura. El agua nos domina, incluso al dividirse en pequeños fragmentos a los que hemos llamado gotas.

         Al escuchar una gota de inmediato nos remitimos al agua y, según las circunstancias, puede ser un sonido que otorgue esperanza y paz mental o todo lo contrario, angustia, desesperación, pánico e incluso terror. Tales sentimientos surgen tan solo con el sonido de una gota en una secuencia dispar o en intervalos que se repiten y dejan un remanente.
         La gota de agua en el grifo puede generar sentimientos de zozobra, inquietud, angustia. En cambio la gota que cae sobre un manantial puede despertar una armonía interior que abra paso a la estabilidad, el equilibrio, la paz mental y espiritual quizá.
         La gota de lluvia que moja nuestro rostro se funde con las emociones que uno tenga en el instante: puede generar un cambio positivo o sumirnos en la emoción negativa que termina por dominarnos y mucho influye la secuencia, el ritmo y la fuerza con que la gota cae sobre nuestro cuerpo.
         La ropa recién lavada escurre gotas primero a un ritmo acelerado y, conforme pasan las horas, cada gota espera su tiempo antes de dejarse caer al infinito de la gravedad. Generalmente despierta una sensación placentera, muy similar a la que surge bajo las gotas de la regadera al tomar una ducha (las emociones variarán también de acuerdo con el historial de emociones y la temperatura del agua).
         Hubo un tiempo, además, en el que la tortura se valió de la gota de agua sobre la cabeza de las víctimas, cayendo a ciertos intervalos que impedían el sueño y a largo plazo generaban trastornos irreversibles. Una sensación semejante a la de una gotera en una noche de tormenta cuando nos disponemos a dormir, más irritante todavía cuando la gota cae sobre el metal de alguna cacerola y emite sonidos chocantes por toda la casa.
         La vida también se manifiesta a gotas y la tomamos con satisfacción o irritación según nuestras propias circunstancias. A veces queremos acumular las gotas en nuestras manos, pero inevitablemente se filtra entre los dedos y tan solo nos quedamos con la sensación de lo que fue.
         Mi vida es una gota que permanece en suspenso sobre el grifo de la cocina. Forma parte de algo, pero busca su independencia y a pesar de la fuerza del abismo, se mantiene al borde, sin decidirse a arrojarse de lleno, aunque incapaz de retornar al lugar de donde vino.
         Con el tiempo esta gota de vida se volverá salitre, se tornará cal, se secará como una costra y dejará su huella incómoda para los otros.

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