10 de enero de 2019

10. La felicidad


Se ha dicho que la felicidad no es la meta, sino el camino. Pensar así daría pauta a conducirse únicamente a partir de las experiencias agradables que encontremos en el trayecto (¿trayecto a dónde?, ¿cuál sería el destino?), ignorando por completo las experiencias que, a pesar de no ser agradables, también forman parte importante de la vida.

         En mi ebriedad, transito por cualquier vereda sin estar a la expectativa. Y lo que venga hay que afrontarlo con dignidad, con entereza y disposición para aprender. Andar a ciegas es un poco cruel si consideramos que el avance puede ser lento e incluso dejarse orientar únicamente por una experiencia agradable puede ser una trampa, como las ratoneras.
         Caminar sin una venda en los ojos, viendo todos los matices que hay en este mundo, nos permite avanzar más rápido, con un escenario más completo de lo que encontraremos en cada vereda y con la oportunidad de elegir si aventurarnos por esa ruta o escoger otro sendero.
         Con frecuencia aprendes más de las experiencias negativas, cuando hay disposición para aprender. Te permiten conocer dónde está el error y evitarlo en adelante, en caso de repetirse la experiencia, mientras que la experiencia agradable impide este conocimiento y, cuando llega a presentarse la experiencia negativa, uno tiende a culpar a un factor externo por su propia desgracia.
         Por eso cuestiono tanto el falso optimismo que te imprime la doctrina moderna de la felicidad. ¿Por qué en nuestros días ha prosperado tanto la literatura de autoayuda? Porque este mundo ha impuesto como regla un estado de felicidad como aspiración última, por encima de cualquier aspiración personal, y aquellos que nos encajamos en ese modelo tenemos un problema que hay que resolver, porque “debemos” ser felices.
         Pero volvamos a los supuestos orígenes de la humanidad, ahí donde la Antropología parece tener la clave a nuestras aspiraciones básicas. Quizá el razonamiento de nuestros parientes más lejanos no era tan complejo para entender alguna idea de felicidad y, sin embargo, se orientaban a través de las experiencias en el camino, positivas y negativas. Aprendieron.
         ¿Cuál sería su idea de felicidad y por qué la hemos ignorado en este mundo moderno? A la humanidad de hoy le hace falta mirar al pasado y cuestionarse por el origen de toda felicidad, lo más básico, lo más instintivo, lo más primitivo. En ese origen puede estar la respuesta que con seguridad no encontraremos en un libro de superación personal, en cuyas páginas solo habita una mentira que nos hace sentir mejor de manera temporal.
         Mi felicidad yace en el olvido, por eso es inalcanzable. Mi condena es recordar todos los detalles, especialmente de las experiencias negativas. La vida te curte y en las cicatrices está inscrita la historia personal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario