17 de enero de 2019

17. El vacío


Hay circunstancias que hemos llegado a describir como una sensación de vacío ante la dificultad para darles un nombre. Es curioso que se trata de circunstancias en las que nos vemos agobiados por demasiadas cosas sin una respuesta que aminore esa sensación. Pero insistimos en nombrarle “vacío” tal vez porque, en el fondo, hay una especie de derrota en la empresa que implica encontrar una respuesta.

         Aquí dentro el vacío se manifiesta de muchas formas. Hay quienes no podemos ocultar esa sensación de nuestra mirada. Algo tiene que muestra a los ojos ajenos la pérdida que enfrentamos, pérdida incluso de nosotros mismos. El vacío, en última instancia, es un duelo ante la pérdida de algo importante para nuestras vidas.
         Al inicio de esta historia, alguien me trajo a este mundo a pesar de la voluntad propia. Nadie preguntó si era mi voluntad esta vida. Nací, crecí, maduré como las polillas en la oscuridad de su nombre, pero vine al mundo vacía y en todos estos años he seguido vacía. No se trata de la metáfora sobre ver el vaso medio lleno o medio vacío. Aquí dentro no hay voluntad ni propósito a pesar de las preguntas.
         Este vacío me ha llevado a ahogar mis pensamientos en alcohol, cada noche, durante muchos años. Añoro el silencio porque me permite escuchar mi propia voz en medio del tumulto que se abalanza en mi cabeza. Es una voz que describe esa sensación de vacío, aún ignoro si en la búsqueda de entendimiento sobre la propia circunstancia.
         Pensar el vacío que me habita es creer que este recipiente llamado cuerpo también es un espacio hueco que en todo y nada se transforma. Habla de sí, de su silencio; habla del tiempo que corre y se desliza en el eco de las venas donde hoy corre solo el viento. Este vacío es un espacio de No-Existencia que también responde a la voluntad de vivir y la voluntad de existir, su ausencia, su renuncia.
         Cada vez que me miro en el espejo veo un atisbo de ese vacío en el fondo de los ojos, ahí donde mis pensamientos me torturan una y otra vez de forma intermitente, como un recordatorio de Ana y su consigna de muerte. ¿Y tanto vacío para qué? Ya hay demasiada vida para ser tan breve. Demasiado peso para ser un cuerpo. Demasiado Todo para convertirse en Nada.
         Si la esperanza habita en el fondo de los ojos, aquí dentro ha muerto hace mucho tiempo. Estos ojos de borrega triste, color de nube y no de miel, hablan más de lo que pueda contener en las palabras. Y por mucho madrugar uno vive demasiado. El vacío también pesa en el entramado de la vida.
         Tanto vacío me invita a pensar en partir, dejar la sombra clavada sobre el suelo y partir, sin pies para seguirme. Pero aquí estoy, escrito mi nombre sobre el agua, un trozo de humo, niebla, sombra, nada.

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