9 de enero de 2019

9. La finitud


Caminaba para despejar mi mente de las tribulaciones cotidianas y pasé muy cerca de un cortejo fúnebre que recién salía de un templo. Tal vez mis pensamientos de ese momento me llevaron a reflexionar sobre esa creencia extendida de que hay algo más allá de la muerte, una especie de promesa-esperanza en una vida después de la muerte que dé mayor trascendencia a nuestra existencia.

         No he conocido alguna religión hasta el momento que no exponga en su doctrina la esperanza en una nueva vida después de la muerte. De haberla, agradecería me lo hicieran saber. Pero incluso considero que este mundo moderno donde el dinero contribuye a la construcción de nuestros mitos también refuerza esta idea de esperanza después de la muerte (perdón por repetir tanto la expresión).
         Existe todo un mercado vinculado con la muerte: desde los hospitales y su burocracia, las funerarias, los gobiernos que administran los cementerios, las iglesias (independientemente de la religión que se profese) que cobran por sus servicios funerarios, florerías e incluso la industria de la ropa y el calzado. ¿Cuánto dinero se invierte para enterrar o incinerar un cuerpo carente de vida?
         Y, sin embargo, en vida aspiramos a poseer sin pensar que este cuerpo que habitamos volverá a la tierra y nos sobrevivirán las propiedades, el televisor, los números en una cuenta bancaria... retornamos a la nada, a la No-Existencia, las manos vacías porque somos únicamente esencia.
         También quisiera creer que hay vida más allá de la muerte, pero no la vida como la pensamos. Se trataría de algo inmaterial, intangible, atemporal, fuera del plano físico en el que transitamos por este mundo. Energía, quizá. Esencia. Un alma, si se quiere definir así. Pero no habría vida ni existencia.
         La vida es finitud. En cambio, la existencia puede ir más allá. El cuerpo sería el recipiente para la vida y la existencia. Al morir, se pierde el recipiente y la vida se evapora, pero la existencia podría continuar a través de la esencia. El motor de estos tres elementos sería la voluntad. Se puede tener un cuerpo en vida, sin voluntad para existir. Se puede tener la voluntad de existir, a pesar de no tener un cuerpo en vida. Y en la literatura hemos podido encontrar ejemplos de la voluntad de existir a pesar del cuerpo y de la vida (o la carencia de).
         Pero estas son reflexiones de alguien que vive en el alcohol, ausente de su propia existencia, sin voluntad para vivir y existir. Soy la finitud andante, la que borra sus pasos en el camino para no dejar huella en el mundo que transita. No me interesa la trascendencia. Aquí dentro no habita la esperanza. Vivir también puede ser una condena.

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