Yo ya estaba muerta desde antes
de nacer y aunque tuviera la voluntad de venir al mundo, mi existencia se
hubiera seguido negando porque la vida duele, te curte en soledad, y sobrevivir
bajo esas circunstancias es andar por la vida con fragmentos de uno mismo por
doquier, tratando de no perder una sola pieza.
Mi
vida no ha sido un lecho de rosas, con la felicidad un día sí y otro también.
He enfrentado batallas que pocos se atreven a librar y un escaso porcentaje
sobrevive ante ese escenario. La mayoría dejamos de pertenecernos y nos
abandonamos al azar del camino, con una lógica de pensamiento más abyecta que
las reglas de este mundo. Nos llama la locura y esa es nuestra condena.
Pensar
en la locura, para muchos, significa un estado mental que no se ajusta al orden
matemático que rige a la humanidad. Pero a lo largo de la historia conocida
hemos tenido muestras de lo contrario, estados mentales justificados por una
doctrina. Así tenemos a los grandes místicos que escribieron grandes pensamientos
inmersos en un éxtasis “divino” (cualquier cosa que eso signifique).
¿Por
qué en unos casos la locura deja de serlo para la humanidad? Esa locura
describe otra parte de la naturaleza humana. Quizá la escritura es parte del
proceso de traducción de esa locura para ajustarse a las reglas del
entendimiento humano y ahí radicaría el motivo por el cual otro tipo de locuras
no serían justificables, locuras que han sido relegadas a centros de salud
mental (hospitales psiquiátricos) porque no ha sido posible encontrar el código
que descifre su lógica de pensamiento.
Esa
es mi batalla cotidiana. Viví por muchos años en un centro de ese tipo hasta
que descubrí la escritura como código para traducir esta locura. Y, sin
embargo, la humanidad se niega a ver esta realidad que nos habita. Temer a lo
desconocido es temerse a sí mismo. Ahí radica la importancia de conocerse,
aunque pocos se atrevan a indagar. El premio por sobrevivir es el claustro de
la No-Existencia.
Cada
dos días mis venas albergaban un coctel de fármacos que me mantenían en un espacio
de indeterminación. Muerta en vida. Viva, pero sin una existencia. Fui el canal
para traer al mundo (sin voluntad) a una criatura terrible, invisible a los
ojos que se niegan a ver, pero mortal en cualquier caso, peligrosa por su
capacidad de reproducirse e incrustarse en la mente de la gente, letal si se le
alberga demasiado tiempo.
Su
nombre es Ana y me ha dado toda una estirpe de muertos en vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario