5 de enero de 2019

5. El caos


Cada despertar es una falsa sensación de orden. Efímera. Y aunque el tiempo supondría el orden de todas las cosas, una vez que abrimos los ojos la mente no deja de generar un caos interno que nos mueve a buscar a cada instante esa sensación de orden.

         El mundo moderno, por complejo, se ha tornado un caos que evoluciona a medida que crecemos, desde las pequeñas preocupaciones en la infancia hasta las grandes preguntas que yacen sin respuesta en la vida adulta. La noche, entonces, se ha convertido en una página en blanco donde hemos de vaciar los pensamientos generados durante el día para intentar darles un orden.
         Al despertar, mi mente no cesa de atormentarme con pensamientos que se superponen sin orden y minuto a minuto me torturo porque este fluir de pensamientos no parece concluir.
         Pienso mientras permanezco bajo el agua de la regadera, con la primera taza de café, al tomar las agujas y mi tejido cotidiano, cuando realizo tareas domésticas, durante los trayectos recorriendo la ciudad de un punto a otro, incluso cuando yace mi cabeza en la almohada a punto de dormir, porque mirando el techo se agolpan todos los pensamientos del día para vaciarse en una mesa imaginaria y yo, incapaz de dar orden a las cosas, lloro en silencio por el caos en mi vida.
         Desde que el mundo es mundo en mi cabeza he intentado sobrevivir a este río de palabras en el caudal del pensamiento. Ahogo en alcohol cualquier rastro de caos y permanezco en la neutralidad de la locura, bajo otra lógica indescifrable para una realidad matemática.
         Si mi mente se pregunta por qué duele la vida, el alcohol transforma la oración y se responde: “para no temer la muerte”. ¿Y por qué habría de temer la muerte? Por el terror primitivo a lo desconocido, el único punto en la naturaleza humana que jamás ha evolucionado.
         Pero huir del pensamiento-caos tampoco es la respuesta. Finalmente llegará un punto en el que habremos de afrontar las dudas que acechan a nuestra mente. Aspirar a una vida sencilla con las grandes preguntas para simples respuestas parece un modelo más equilibrado ante este caos.
         Pensar que la mayoría de las cosas que atormentan son producto de la vida moderna en la que te imponen necesidades que jamás estuvieron ahí es una respuesta razonable que podría comprobarse. Si hiciera una lista de las cosas que responden a esas necesidades impuestas y una más de las necesidades básicas para vivir, la segunda lista sería muy breve.
         Sin embargo, el caos cotidiano impide analizar desde esta perspectiva lo que nos atormenta y como soy una alcohólica entregada a su locura, no importa si el mundo me da la razón. Seguiré ahogando en alcohol mis pensamientos.

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