Hubo un tiempo,
también,
acaso,
una etapa en que no supe de mí.
Y en un ciclo vino a mí la duda,
muchas veces,
al
cabo de los años,
adherida a las arrugas del
espejo.
¿Qué de cierta, la vida que
afrontamos?
Creí -en mil cosas-
y mudé mi pensamiento tantas
veces
tantos
años
que hoy no cuento dogmas sino
pasos.
Olvidé los cimientos de mi fe
y se hizo mi palabra y no su
verbo
porque ¿en nombre de quién viví
abnegada?
Mi saliva se volvió misterio,
sagrada letanía de voces no
nombradas,
aquí dentro
en
mi pubis-telaraña.
Si el saber, en árbol encarnado,
algún día floreció,
como un árbol también se renovó
con
cada primavera.
Pero aquí dentro aún es otoño
y yo me extingo en el invierno.
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