Toco madera y toco lo que ha sido
tocado al tacto, con la yema de los dedos y las diminutas comisuras que dibujan
una huella dactilar. ¿Qué tacto? Cualquier superficie, tangible o intangible,
porque hasta el vacío y el silencio pueden ser cortados con una simple aguja.
Ojalá
hubiera aprendido a leer en sistema Braille, pero nunca me di la oportunidad.
En su lugar me dediqué a tentar y tocar para conocer el mundo a través de mis
manos (los ojos son otro tipo de experiencia y así con cada sentido). ¿A qué
sabe la textura rugosa del cartón corrugado?, ¿a qué sabe la fría superficie
del mármol y el granito?
Toco
la sábana y las cobijas al acostarme y nuevamente al despertar. Toco botones
como el de la cafetera y luego el mango de la taza de café. Toco la silla, la
mesa, la aspereza del filtro del cigarro. Toco mis párpados, la piel flácida de
las mejillas (a esta edad no esperaba la lozanía de la juventud), la textura de
mis cabellos revueltos tras una noche de pesadillas.
Toco
el eco dejado por el silencio de mis ansias. Toco la mañana que se filtra en
las cortinas y a través de la ventana. Toco las horas, minutos y segundos que
en su tránsito por este mundo hacen tic-toc
sin mengua en su ritmo acelerado (o lento, según la perspectiva). Toco el polvo
y el cochambre de los días que transcurren y acumulan memorias que han de
oxidarse y acabar arrumbadas en una tumba.
Y
con los años aprendí que no es lo mismo tocar madera que una flauta, que tocar
la espalda de otro ser humano no es igual que el lomo de un felino (triste
recuerdo de Adolfina queda entre mis dedos), que el agua es fría mientras no se
agiten sus moléculas, que todo este saco de huesos está integrado por
diferentes texturas que acabarán en polvo una vez que suceda lo que ha de
suceder.
Pero
tanto tocar deja secuelas. Hoy mis dedos son de bruja que intenta seducir a los
últimos días de la existencia. Esta artritis, aunque limita mi tacto, aún me
permite tentar las horas del destino que se cierne a la alborada. Toco madera y
el remanente dejado por el sueño. Toco el velo de mentira y la obtusa verdad
que se oculta detrás.
Toco.
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