No han sido pocos los casos que
he tenido ante mi mesa del bar en los que refieren la existencia de un doble de
sí mismos y temen sea una usurpación de identidad, una visión producto del
estrés o la paranoia e incluso se atreven a cuestionar su propia existencia.
Puede
haber muchísimas explicaciones científicas a este hecho antes que llegar a una
conclusión sobrenatural. Pienso, por ejemplo, en la genética y la posibilidad
(entre millones de posibilidades) de tener a un doble físico en alguna otra
parte del mundo, aunque siempre habrá un detalle al menos que distinga a cada
uno y hablaríamos únicamente del parecido físico, que no de todo lo que
conforma a una persona y que no está determinado por la genética.
Pensemos,
por ejemplo, en el caso de hermanos gemelos. Aunque iguales en casi todo su
físico, siempre existen elementos que los distinguen, principalmente su
personalidad, con rasgos que nos permiten distinguir a uno del otro, lo que no
ha sido justificación suficiente para que la humanidad desarrolle teorías sobre
la dualidad de los gemelos al dividirlos en “bueno” y “malo” (tantas historias
se han desarrollado en la literatura en torno a esta visión).
Recordemos
el término “doppelgänger” empleado por los alemanes para referirse a este doble
fantasmagórico que representaría la maldad de uno mismo, concepto que ha sido
explorado en numerosos escritos para reflexionar en torno a la naturaleza
humana (con frecuencia de forma maniquea, con esa división entre la esencia de
“lo bueno” y “lo malo” de una misma persona, como 8El extraño caso del Dr.
Jeckyl y Mr. Hide).
Pero
más allá de teorías de conspiración, metafísica y narrativa del terror, pienso
en ese doble moderno como la imitación de otra persona: en su indumentaria, en
su forma de hablar, en su comportamiento, en sus aspiraciones, en sus
relaciones sociales, etcétera, tal vez con el propósito (me atrevería a
asegurarlo) de usurpar una identidad.
Me
veré muy burda, pero me remitiré a una telenovela de no hace muchos años donde
se refleja esta visión: “La usurpadora”. Cuenta la historia de dos hermanas
gemelas, una con la personalidad malvada y otra todo lo contrario. Separadas al
nacer, en algún punto coinciden, se encuentran y hacen un trato de cambiar
papeles sin que las familias respectivas de cada una tengan sospecha. Lo demás
ya es historia.
Si
yo tuviera un doble, una gemela desconocida, seguramente ya habría muerto. La
mala del cuento soy yo.
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