24 de noviembre de 2019

316. La herencia


Aquí dejo testimonio
de la herencia en el espejo,
de la risa frenética en la cama
         –ahogada en llanto–
presea de un sueño ya perdido.


Tan calva la sonrisa,
mi corazón, granada abierta a la frescura
         –desparramada–
tan púrpura semilla para “ser”.

Por darle alas al tiempo
me olvidé de conservar las mías
y en cada paso eché raíces
y amarré mi cuerpo al horizonte
–¡oh, grave decadencia!–
destino-fuego,
         alada florescencia
en la cárcel de mi boca.

¿A qué sabe el camino?

A terciopelo sabe
         –de noche–
a cerro quemado en la matriz;
sabe la lluvia tersa en la nostalgia,
a gris me sabe, como la vida aparte
         –punto–
palabra arcaica es lo que sabe.

Y cuando todo pase
         –cuando todo pasa–
de mí no quedará ni el nombre.

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