¿A quién se le ocurre seguir una
vida predeterminada donde se le indica hasta en qué momento debe llorar y en
qué instante debe sonreír? Pues así mucha gente de las nuevas generaciones
(“babyboomers”, les han llamado) en este siglo XXI.
Una
vida preestablecida es como seguir un guión escrito por alguien ajeno, alguien
que no conoce ni siquiera nuestras pasiones y deseos, pero por voluntad (¿o
apatía?) decidimos seguir esos pasos preestablecidos aunque impliquen otras circunstancias
que modifiquen la interpretación final.
Siempre
he sido de la idea de que la improvisación es el mejor ejemplo del talento de
cada persona y seguir un guión al pie de la letra tiene muchas más
implicaciones de las que podría escribir aquí de manera textual, aunque denotan
falta de voluntad, carácter y determinación que improvisar por la vida a pesar
de los errores y caídas.
Un
guión no debe ser tomado al pie de la letra si se actúa de forma profesional.
Puede ser la base, sí, del entorno y las circunstancias que determinarán una
historia, pero hasta se sienten artificiales los diálogos impuestos en él. Tal
vez por eso Meryl Streep ha estado nominada en tantas ocasiones a un Oscar
(entre muchos otros actores, aunque siento una debilidad particular por esta
actriz veterana).
Un
guión debe ser considerado como la base de una historia que, aunque podría
estar aprehendiendo al final, como sin lo predijera o limitara, permite al
intérprete jugar con la improvisación de acuerdo con su personalidad, historial,
circunstancias y motivos para elegir, así se trate de un acto tan simple como
desayunar, no desayunar o rechazar cualquier alimento al comenzar el día.
Un
guión responde mucho a una expectativa en torno a la idealización de una
persona (o personaje). Incluso el espectador esperaría que el personaje (la
persona) se inclinara por tal o cual decisión, cuando en realidad estaríamos
dejando fuera la posibilidad de elegir.
Sabemos
de antemano que la ficción responde a ciertos patrones y esquemas que se traducen
(actualmente) necesariamente en mayor derrama económica a través de la
popularidad. No obstante, me parece un absurdo perder la individualidad,
incluso en la interpretación (según el método, la interpretación se basa en una
combinación entre el método del actor y un guión preestablecido) al eliminar la
posibilidad de elegir (la posibilidad en sí).
¿Qué
tanto perdemos como individuos al atender a un guión para nuestra vida?
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