No miento al afirmar que en estos
tiempos en los que vivo hay una adoración (veneración) especial a una idea de
felicidad que rechaza cualquier muestra de debilidad. Se piensa que un “ya no
estés triste” es la solución ante un malestar del “otro”, pero en el fondo esa
expresión esconde un “me molesta/ incomoda tu malestar, no lo soporto, escóndelo”.
Esa
idea implica conservar o fingir una fortaleza frente a cualquier circunstancia,
por muy adversa que sea, aunque hay personas que no cuentan con ello y el
entorno en el que viven (sobreviven) se torna más adverso cuando su
circunstancia se ve reflejada en esa expresión.
A
este tipo de personas se les hace creer que la falta de fortaleza no es
aceptada en el entorno en el que viven y su falta de fortaleza les hunde aún
más en una circunstancia de la que será difícil salir, porque en este mundo de
“felicidad”, la flaqueza es signo de debilidad y este mundo no es para los débiles.
Dice
el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española que “flaqueza” se
refiere a la “extenuación, falta o mengua de carnes; debilidad, falta de vigor;
y acción defectuosa cometida por debilidad, especialmente de la carne”. Al
menos dos acepciones corresponden a las pasiones materiales (pensemos más en el
término “apetitos” o “deseos” para no confundir las implicaciones de la palabra
“pasión”).
He
pensado que la flaqueza, vista como debilidad ante una circunstancia o como
falta de fortaleza, no necesariamente es algo innato, aunque forma parte de la
personalidad. Y recordemos que la personalidad se construye socialmente, no se
nace con ella por herencia genética. Esa flaqueza, entonces, respondería a
ciertos factores que hicieron falta durante la infancia, cuando se desarrolla
la personalidad.
Si
desde la infancia a una persona le moldearon de tal forma que se sienta
insegura frente a su entorno, la flaqueza hará presencia en cada momento de su
vida adulta, dudará de sus decisiones, será más vulnerable, desarrollará
codependencia frente a las relaciones o vínculos sociales que le generen al
menos un poco de estabilidad o satisfacción, aunque se trate de relaciones o
vínculos tóxicos.
Si
redujéramos la flaqueza únicamente a las pasiones de la carne (qué expresión
tan decimonónica o barroca), pensaría únicamente en alguien que está a dieta y
de pronto rompe ese régimen como un signo de debilidad y falta de voluntad.
Pero la flaqueza va más allá. Se puede tener la fortaleza para evitar una
circunstancia que nos hará daño, pero flaqueza frente a circunstancias de las
cuales no podemos escapar.
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