Siempre me ha parecido que los
objetos tienen una belleza innata en su esencia, algo de lo que no se pueden
desprender a menos que les retiremos o cambiemos su esencia. Curiosamente los
objetos (cualquiera que sean) conservan esa belleza innata mientras no
intervenga un agente externo, incluso cuando se trata de objetos elaborados por
la humanidad.
Recuerdo
que Rebeca, además de ser acumuladora, mantenía cierto orden entre su propio
caos de acumulación de objetos. ¿Cómo lo hacía? Con el tiempo logré entender un
poco su lógica de pensamiento. Apostados en diversos rincones de la casa,
Rebeca tenía diversas vitrinas donde colocaba diversos objetos que para ella
eran como “lo más de lo más”.
Me
puse a pensar que, en general, una vitrina es un mueble con vistas hacia todos
lados para ver su contenido en diferente perspectivas, pero es un mueble cuyo
contenido solo es para ser conservado y contemplado porque tiene o representa
un valor para su poseedor.
En
sus diversas vitrinas, Rebeca conservaba objetos como figurillas de cerámica
(no de cualquier tipo, sino de la casa Lladró, una fábrica española de
cerámicas finas elaboradas a mano, de forma tradicional y muy cotizadas en el
mercado internacional)., piezas de plata, relojes de diferentes orígenes,
manteletas tejidas o al estilo Richelieu, tan solo por mencionar algunos
ejemplos.
Recuerdo
que cada fin de semana, en sus labores domésticas, Rebeca dedicaba buena parte
del día a limpiar cada pieza contenida en esas vitrinas de madera fina con
vidrios panorámicos en todos sus ángulos para admirar el contenido del mueble.
Y lo hacía con productos especiales, incluso algunas figurillas muy elaboradas
o con detalles diminutos eran limpiadas con pinceles de cerdas de marmota o
conejo para conservar la belleza de su fragilidad.
Con
el tiempo mantuve esta idea, pasando por galerías, boutiques y tiendas
departamentales que exhibían mercancía y artículos exclusivos o llamados “de
lujo” en vitrinas demasiado llamativas y que incluso daban la idea de que se
trataba de tesoros conservados en un museo.
A
veces la humanidad trata de la misma manera a sus iguales. Hay quienes quieren
conservar a las personas en una vitrina, sin intervención de algún otro agente
externo, solo para ser contempladas por sí mismas, conservadas con celo,
apropiándose de las personas y su historia. Hace muchísimos años fui colocada en
una vitrina, hasta que me rompí (por voluntad, por negarme a ser objeto de
contemplación para alguien más). Ese día supe lo que era la libertad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario